“I simply am not there.”
— American Psycho
La desaparición como estructura tonal
El piano de bill Evans entra como si ya hubiera estado allí. La trompeta de Miles se limita a gemir. El tema se pliega sobre sí mismo. No se construye: se deshace. El fraseo se suspende antes de afirmarse. Todo en Blue in Green es una forma de retirada.
Patrick Bateman se mira al espejo y no encuentra sujeto. Su cuerpo actúa. Su voz responde. Su agenda está llena. Pero en el centro no hay nadie. El horror llega por exceso penetrando el hueco. La violencia no estalla: se desliza.
“There is an idea of a Patrick Bateman, some kind of abstraction, but there is no real me. Only an entity, something illusory.”
“Hay una idea de Patrick Bateman, una especie de abstracción, pero no hay un yo real. Solo una entidad, algo ilusorio.”
La música no necesita afirmase. El tema no tiene eje. No regresa de lugar alguno. Se escurre como si huyera de sí. El solo no es un solo: es una voz interior, casi ajena. La melodía no se apoya en ninguna frase. Cada nota llega un instante antes de desaparecer.
Patrick Bateman vive rodeado de música ambiental, restaurantes de diseño, conversaciones sin error. Cada escena parece perfecta. Pero hay algo en la mirada que no encaja. No es el asesinato. Es el vacío.
Blue in Green no describe un estado de ánimo. Lo sugiere como si lo bordeara, pero sin alcanzarlo. Es una tristeza sin sujeto. Una forma sin nudo. Una belleza que no busca cautivar. Patrick también se mueve así. Con precisión. Con estilo. Con hueco.
“I just want to be loved,” I scream. But no one hears me. The music is too soft. The room is too cold.”
“Solo quiero que me amen”, grito. Pero nadie me oye. La música es demasiado suave. La habitación está demasiado fría.”
El sexteto ejecuta un movimiento hacia un centro que está en todas partes y en ninguna. Hacia un intento de ser presente que no puede sostener. El dolor que suena en Blue in Green no es un dolor concreto sino una de las múltiples formas bajo las que se puede presentar. En este caso, la frase apenas modulada, esa línea de bajo que no se decide entre nostalgia y amenaza, como si cada nota se deslizara queriendo tocar fondo, como si Miles soplara desde el interior de un ascensor detenido entre dos plantas —ni arriba, ni abajo— un sonido que se arrastra. Bateman frente al espejo, las manos quietas, el cuerpo perfecto.
Con American Psycho, Bret Easton Ellis no escribe una novela: traza una línea. A un lado, la ficción norteamericana tal como se venía escribiendo; al otro, algo distinto, más frío, más expuesto. La sátira, si la hay, no alivia; la violencia, si incomoda, es porque señala. Desde entonces, escribir sobre Norteamérica es hacerlo con esa voz detrás, modulando el daño, y el lector —que quizá pensó que solo escuchaba jazz—ya no puede volver indemne a la melodía, porque esa sombra ya ha entrado, porque en ese tono, en ese exacto tono, algo se ha roto.
Algo tiembla. Algo resuena. Pero no hay nadie para reclamarlo.
ZIA. Zona Imaginal Autónoma
ramonacrobata · 2025
Let’s be careful out there