Se cava mucha tierra para encontrar poco oro
Heráclito, Fragmentos
E eu vi que ñao existe <nada de >bom,
A ñao ser que o ser humano sinta prazer nas coisas que faz, porque essa é a parte que lhe cabe.
Pois quem levará a alguem a ver o que acontecerá depis dele?
Eclesiastes, 3, 22-25
Remo Bodei nació en 1938 en Cagliari, donde se graduó en su instituto y estudió flauta travesera en el Conservatorio. De niño, sufrió bombardeos y desplazamientos que posteriormente influirían en su filosofía.
En 1957 ingresó en la Scuola Normale Superiore y estudió filosofía en la Universidad de Pisa. Entre sus profesores se encontraban: Giorgio Colli, Cesare Luporini, Arturo Massolo, Delio Cantimori, Emilio Gabba y Armando Saitta (aunque el mayor peso en su formación, a pesar de la diferencia de edad, se debió a su respetuosa amistad con Eric Weil, Arnaldo Momigliano y Norberto Bobbio).
En el verano de 1960 fue a la Universidad de Tubinga y, en 1961-1962, tras licenciarse, a la Universidad de Friburgo, donde asistió a las clases de Eugen Fink. Tras completar o licenciatura de dos años Diploma de postgrado» en la Scuola Normale Superiore en 1965, fue becario del CNR en la Universidad de Heidelberg durante un año, donde asistió a los cursos de Hans-Georg Gadamer y realizó investigaciones con Dieter Henrich.
Su primer libro fue Sistema y época en Hegel, de 1975, al que vuelve en parte o desde otros ángulos – tanto en Scomposiziorni: forme dell’individuo modeno (Turín, Einaudi, 198), como en Le priz de la liberté (París, Cerf, 1995). obras que también se inspiran en la traducción de la Vida de Hegel de Karl Rosenkranz, así como de la edición de los Tres estudios sobre Hegel de Adorno, Hegel y el Estado de Rosenzweig, La estética de lo feo de Rosenkranz y La dialéctica y la idea de la muerte en Hegel de Kojève.
Desde Sistema y época en Hegel, Bodei rechaza un historicismo que aplasta el pensamiento sobre el tiempo cronológico, y reivindica la importancia del denigrado «sistema» presentado en general como una especie de fuerza-cambio. Con ello desaparece también el dualismo entre el ‘joven Hegel’ (fresco, asistemático y atento a la vida y a la variedad de la Historia) y el Hegel maduro (paranoico y petrificado en el sistema).
Trató también de disipar ciertos prejuicios -como el fin de la historia- derivados de una interpretación errónea o parcial de la famosa metáfora de la Noctuple de Minerva, emblema de la filosofía. En realidad, la lechuza tiene un antagonista-colaborador en el «topo» de la historia, que en secreto sigue cavando bajo tierra. Hegel establece un contraste y una complementariedad simultánea entre una filosofía que ha llegado al final de una era, que ve en la oscuridad con sus grandes ojos de búho, y el topo de la historia que mientras tanto sigue avanzando inconscientemente: la una contempla, el otro hace.
El tema de la historia y el tiempo se retoma en Multiversum.Tempo e storia in Ernst Bloch (Nápoles, Bibliópolis, 1983), en el que, reconsiderando la problemática junto a su autor, sin limitarse a su propio comentario, Bodei analiza la hipótesis de un tiempo histórico multicapa (como alternativa a la estructura del tiempo cronológico lineal) y desmonta el modelo del tiempo concebido como una única línea recta sobre la que discurre un punto indivisible sin espesor, el presente, que, avanzando a velocidad constante, deja atrás irreversiblemente el pasado, mientras «mordisquea» el futuro. Cada elemento de esta construcción -la línea, el punto, la dirección- puede cuestionarse. Por ejemplo, ¿por qué afirmar que el tiempo fluye, que el presente pasa? Para Agustín -un autor cuyo pensamiento recorre Bodei en Ordo amoris. Conflitti terreni e felicità celeste (Bolonia, Il Mulino, 1991)- nunca nos movemos del presente: plausiblemente, el pasado sólo existe en el presente como recuerdo y el futuro en el presente como expectativa; la percepción del tiempo se debe a la distensio animi, en la que el propio tiempo se asemeja a una banda elástica que se contrae puntualmente en la atención, se estira hacia atrás en el recuerdo y se extiende hacia delante en la expectativa o la esperanza.
Incluso recientemente, sus reflexiones sobre las paradojas temporales y los «cristales de historicidad» (formaciones conceptuales debidas al depósito y estructuración de acontecimientos e ideas) le han conducido al estudio del concepto de «eternidad», que sigue interpretándose como tiempo infinitamente largo, mientras que el griego aión y el latín aeternitas no tienen nada que ver con la duración. En Plotino, Enéadas, III, 7, 11, y Boecio De consolatione philosophiae, 5, 6, la eternidad es, de hecho, zoé y plenitudo vitae, vida y plenitud de vida, respectivamente. El tiempo, en consecuencia, es una especie de hemorragia, una pérdida de vida, algo que se nos escurre entre los dedos como la arena. «Las pirámides del tiempo .Teoría e historias de déjà vu (Bolonia, Il Mulino, 2006)», deben de situarse en esta perspectiva que examina un fenómeno menos conocido pero ahora poco estudiado y comprendido: el del déjà vu. Cada uno de nosotros ha experimentado la sensación clara y repentina de haber vivido ya situaciones absolutamente idénticas en un pasado indefinible: de haber conocido ya a cierta persona con la que nos encontramos por primera vez, de haber visto ya un lugar en el que nunca hemos estado, de haber pronunciado ya frases que nunca hemos dicho. Esta impresión esporádica, fugaz y repentina de reconocimiento paradójico de lo imposible va acompañada de la aguda conciencia de que la percepción actual no corresponde a ningún recuerdo real. Contradiciéndose a sí misma, la evidencia del fenómeno afirma y niega simultáneamente lo que muestra. Tras examinar los aspectos filosóficos, religiosos, literarios, psicológicos y médicos del déjà vu, se plantea la hipótesis de que tiene algo que ver con una especie de pro- testamento contra la irreversibilidad del tiempo, que por un momento suspende, justo cuando lo pone en primer plano, el conflicto entre la lógica del deseo y el principio de realidad.
Ella se abraza a mi cintura, toma impulso y se dobla hacia atrás como una frágil palmera sacudida por un golpe de viento. luego regresa horadando el aire con la punta ardiente de sus pezones nacarados. Hace girar la cabeza, apoya la barbilla en mi hombro, y su larga cabellera se derrama como un chorro de tinta sobre mi espalda amoratada
Ednodio Quintero, Amanecer en la terraza
El proyecto teórico de Bodei trataba de elaborar una estructura lógico-interpretativa que consiste en pensar los conflictos entre conceptos bajo la forma de una complicidad antagónica, de un logos intrínsecamente ligado (y, al mismo tiempo, intrínsecamente ajeno) al polemos ( tensión y lucha entre los opuestos). Aunque ha estudiado a Hegel durante mucho tiempo, nunca ha sido partidario de la dialectica en el sentido canónico (para simplificar: como desarrollo a través de las contradicciones). En su lugar, siempre desarrolló un gran interés por la idea de contradicción, con la constatación de que existen contradicciones sin desarrollo y desarrollos sin contradicciones. Por tanto, se propuso ampliar la región de la inteligibilidad sin agotar ni borrar los elementos de alteridad (pasión, delirio, historia, belleza). Todo ello le llevó a replantearse -en obras como Storia ha un senso (Bérgamo, Moretti e Vitali, 1997) y en Il noi Se la diviso. Ethos e idee dell’Italia repubblicana (Turín, Einaudi, 1998) también las teorías asociadas a la dialéctica, las filosofías de la historia o las utopías modernas. En su estudio de las pasiones, en particular, demostró que éstas no son una mera perturbación de la razón, una ceguera temporal o una locura: razón y pasiones obedecen a dos lógicas, que son a la vez complementarias y antagónicas. Por ejemplo, casi todos los títulos de sus libros reflejan un contraste similar entre un elemento «frío», lógico y abstracto, y un elemento «caliente», ardiente y marcado por los afectos: Geometria delle passioni (Milán, Feltrinelli, 1991); Ordo amoris; Le logiche del delirio. Razón, afectos, locura (Roma-Bari, Laterza, 2000); Destinos personales. L’eta della colo- nizzazione delle coscienze (Milán, Feltrinelli, 2002) y Piramidi di tempo. De ahí su estilo filosófico, caracterizado por la búsqueda de ideas «a prueba de terremotos», es decir, capaces de resistir las críticas y las presiones en la medida de lo posible, pero dispuestas a aceptar los argumentos más persuasivos expuestos por los demás, consciente de que convencerse significa dejarse vencer juntos, sin humillaciones personales, por la fuerza de un pensamiento común. Abordó estas cuestiones, en una perspectiva histórica y teórica, en Una scintilla di fuoco. Invito alla filosofia (Bolonia, Zanichelli, 2005).
Al centrarse en este contraste entre razón y pasiones o entre razón y locura, Bodei sostiene que no hay que dejarse impresionar por la au- toralidad que rodea a la lógica. La palabra logos o el verbo leghein tienen una raíz humilde, la misma que ‘legumbre’, de algo que se reúne y se ordena. Nada impide, por tanto, la existencia de una lógica de las pasiones o una lógica del delirio. Tomemos el ejemplo de la ira. Le digo a un amigo que me traiga mañana unos documentos de cierta importancia. Llega, pero se ha olvidado de ello. Mientras descargo un torrente de contumacia sobre él, me enfado desproporcionadamente ante el acontecimiento. Viéndome así, nadie duda de que mi comportamiento es irracional, desproporcionado. De hecho, existe una desproporción evidente entre la causa y el efecto.
Sin embargo, la lógica de las pasiones no sólo concierne al momento de la reacción desmesurada: en la cólera es como si todas las frustraciones, tensiones y decepciones acumuladas a lo largo del tiempo alcanzaran una masa crítica, que de repente se descarga sobre el pararrayos más cercano: el amigo. La proporción, la lógica (de la ira o de otras pasiones) está ahí, pero no debe corresponder a un solo episodio, haciendo como se diría con una expresión popular – de cada hierba un manojo.
Un modelo similar se utiliza en «La lógica del delirio», donde se muestra cómo el delirio -al igual que las pasiones- sigue su propia lógica anómala. La investigación se inscribe en una tradición de interfaz entre filosofía y psiquiatría que recoge los nombres de Jaspers, exponentes del Daseinsanalyse como Binswanger, marcado por el pensamiento de Heidegger, o Eugene Minkowski, que desarrolló algunas de las ideas de Bergson. En general, sin embargo, la mayoría de los psiquiatras rara vez reflexionan sobre las categorías que utilizan.
De ahí el empeño en trabajar sobre amplios textos y casos de la psiquiatría clásica y contemporánea para examinar las categorías utilizadas en la interpretación del delirio (una palabra que, etimológicamente, significa salirse de la línea, fuera del camino, y que por tanto se refiere no sólo a la idea de exceso, sino también a la de esterilidad). Bodei se centró sobre todo en el funcionamiento del pensamiento en la esquizofrenia en su fase aguda, cuando el paciente crea una realidad separada en un intento de hacer vivible para él un mundo inhabitable. Tales construcciones sirven de defensa contra lo peor, la angustia sin nombre.
Por eso también ocurre que muchos enfermos imploran al médico que no arruine su «obra maestra delirante». Destinos personales «completa un tríptico que incluye Scomposizioni y
Geometría de las pasiones. El núcleo común está formado por la genealización del individuo occidental moderno, visto desde dos extremos, de nuevo complementarios y antagónicos. Uno está representado por Locke, que subraya el valor del individuo, fundando la teoría de los derechos humanos y el liberalismo político; el otro por Schopenhauer, según el cual nuestra individualidad es mera apariencia, mientras que lo que cuenta es la voluntad anónima de vivir que habita en nosotros y que hace que nuestro ego no sea más que «una voz que resuena en una esfera de cristal hueca»: lo que parece más nuestro, la conciencia de ser un ego o un sujeto, es en realidad algo ajeno, que no reconocemos, algo ajeno, que no nos pertenece.
Reconstruyendo estas dos líneas hasta el presente, pero sobre todo a partir de las últimas décadas del siglo XIX y llegando hasta hoy, Bodei intentó elaborar modelos teóricos y éticos para comprender nuestro presente.
Remo Bodei se había ocupado de cuestiones de estética, entrelazadas con la ética y la historia, estudiando la poética de Hölderlin y el Goethezeit (Friedrich Schlegel, Novalis, Goethe) con Hölderlin: la filosofía y lo trágico (Madrid, Visor, 1990) y Scomposizioni. Formas del individuo moderno (Turín, Einaudi, 1987). Partiendo de un fragmento hegeliano de tres páginas, La contradicción siempre creciente…,in Scomposizione muestra la tensión, expresada tanto en el primer como en el segundo Fausto, entre una forma de resignación a la que se adaptan los hombres al soportar la vida tal y como se la permiten las relaciones de poder político y religioso y sus aspiraciones insaciables a una «vida mejor». Este volumen es también una prueba de cómo se pueden abordar teóricamente los grandes problemas filosóficos sin apartarse necesariamente de la filología. Heráclito dijo que ‘se cava mucha tierra para encontrar poco oro’.
Su libro (Paisajes sublimes. L’uomo di fronte alla natura sel- vaggia, Milán, Bompiani, 2008) retoma algunos temas de estética, situados sin embargo en el marco más amplio de una reflexión sobre la relación entre el hombre y los espectáculos naturales. Existen, en efecto, lugares que la mayoría de la gente ha evitado durante milenios y ante los que ha sentido miedo y consternación: montañas, océanos, bosques, volcanes y desiertos. Inhóspitos, hostiles, desolados, evocan la muerte, humillan con su inmensidad, amenazan con su poder y recuerdan a cada uno su existencia pasajera y precaria en el mundo. Y sin embargo, desde principios del siglo XVIII, tales loci horridi comienzan a ser frecuentados intencionadamente y percibidos como «sublimes», dotados de una belleza más intensa y atractiva. Esta inversión radical del gusto implica también una nueva forma de conformar y.consolidar la individualidad desafiando la grandeza y el dominio de la naturaleza. Tal confrontación da lugar a un placer inesperado mezclado con un terror que, ambiguamente, por un lado refuerza la idea de la superioridad intelectual y moral del hombre sobre el todo y, por otro, le ayuda a descubrir el placer de perderse en el todo.
Actuando como palanca para elevar al hombre por encima de su animalidad instintiva, lo sublime desempeña ciertas funciones específicas: impide su rendición a la banalidad cotidiana, cultivándola y haciéndola más proclive a las experiencias intelectuales y emocionales profundas; entra en los pliegues de una familia más amplia de estrategias educativas elaboradas por el humanismo europeo; centra el presentimiento intermitente y vago de que la vida no se reduce a la mediocridad o a la sola dimensión política; reafirma la dignidad del individuo ante la sospecha de su propia insignificancia y la dolorosa perspectiva de su inevitable desaparición; hibrida la trascendencia con la inmanencia, haciendo descender los atributos tradicionales de Dios (infinitud y omnipotencia) del empíreo de las abstracciones teológicas a la naturaleza percibida por los sentidos.
Tras haber alcanzado su cenit, las teorías y sensaciones de lo sublime experimentan un eclipse en el momento en que la balanza de fuerzas parece inclinarse: cuando la humanidad occidental cree haber empezado a vencer a la inmensa y temible naturaleza revelando sus secretos ocultos y subyugando sus energías rebeldes. Lo sublime se desplaza entonces, cada vez más, de la naturaleza a la historia y de la historia a la política. Se socava la percepción de la incrustación de las vicisitudes humanas en el cosmos y disminuye el esfuerzo por elevarse a través de la naturaleza. La satisfacción sustancial de las necesidades materiales más elementales, la tendencia a consumir la vida concedida y la vida soñada de antemano, la búsqueda del placer puro, no mezclado con el sufrimiento, parecen debilitar este impulso en muchos.
La difusión del turismo de masas, la destrucción del paisaje, la hegemonía de la tecnología y, sobre todo, la contaminación del planeta han convertido, de hecho, la lucha contra una naturaleza ofendida, herida, en patética o ruin, y transformada, al menos en nuestro planeta, en una dolorosa Mater. Además, después de que las primeras expediciones interplanetarias rasgaran la placenta protectora de la biosfera terrestre, el espacio sideral ha abierto a la humanidad nuevas fronteras de lo sublime. Si, y cuando nuestra mirada se desvíe en parte de los problemas más acuciantes de la Tierra, la perspectiva de la expansión a otros mundos tal vez propicie una epopeya similar a la fomentada por el ciclo de los trotamundos de principios de la Edad Moderna y revele con mayor claridad la inmensidad del espacio y del tiempo. Los nuevos proyectos de investigación de Bodei a largo plazo se centran en tres libros, que articulan y desarrollan en otras direcciones temas que le son familiares: el primero, La vita delle cose, pretende reconstruir el halo de significados, incluidos los afectivos, que se espesan y estratifican en torno a las cosas, dentro y fuera de su valor de uso e intercambio. En el centro se encuentra la pintura, tanto en relación con los llamados «bodegones», como con el autorretrato como autorepresentación del sujeto en imágenes objetivas.
El segundo volumen, Ira. La passione furente , investiga la naturaleza bifronte de este afecto: por un lado, una noble pasión de rebelión contra las ofensas e injusticias sufridas, y por otro, una temida pérdida del autocontrol y la libertad de juicio. Por un lado, se opone leónicamente a los intentos (reales o supuestos) de los demás de menospreciarnos y esclavizarnos impunemente a su voluntad; por otro, nos expone al peligro de no estar presentes ante nosotros mismos, de convertirnos en esclavos de la opinión de los demás o de la peor parte de nosotros mismos. La ira se muestra como un indicador del grado de vulnerabilidad de uno mismo y, a veces, de un exceso de indulgencia en la defensa del propio sistema de valores. En este sentido, tiene que ver con la salvaguarda de la identidad personal y la autoestima ligada a ella.
Por último, el tercer libro, Vite parallele, parte de la constatación de que cada uno de nosotros vive otras vidas en su imaginación, alimentada por los textos literarios y los medios de comunicación. A través de ellos, intenta, por un lado, remediar la estrechez de su propia existencia individual (marcada por el lugar y la fecha de nacimiento, el cuerpo y la familia, la lengua y la sociedad) y, por otro, contrarrestar el progresivo estrechamiento del cono de lo posible a lo largo de los años. De hecho, nos vemos obligados a conquistar nuestra identidad a través de dolorosas elecciones, podando una tras otra las sucesivas ramificaciones de nuestro ser y descartando esbozos del yo que podría haberse consolidado. Para escapar de los estrechos horizontes en los que quedaría confinada nuestra vida, para hacerla más compleja y robusta, la entrelazamos y recombinamos con la de los demás, utilizando la imaginación como antídoto contra la pobreza de cada experiencia individual. Los cuentos de hadas, Las novelas, los poemas, los libros de historia, los relatos de viajes, el teatro, el cine, nos sacan de nuestro encierro en nosotros mismos, activan gérmenes que están en nuestro interior de forma latente, nos abren nuevos mundos, inoculan ideas, pasiones, sensaciones que de otro modo permanecerían cerradas para nosotros.
Let’s be careful out there