Contra el mito del pensamiento único en la era multipolar
Philosophy is to be studied, not for the sake of any definite answers to its questions, since no definite answers can, as a rule, be known to be true, but rather for the sake of the questions themselves; because these questions enlarge our conception of what is possible, enrich our intellectual imagination, and diminish the dogmatic assurance which closes the mind against speculation
Bertrand Rusell, (The Problems of Philosophy, 1912)
Toda época funda sus disciplinas como espejos de sus obsesiones. El siglo XXI, ya avanzado un cuarto de su curso, muestra con crudeza sus tensiones: la simultaneidad de culturas, la erosión de las viejas hegemonías y la dificultad creciente de imponer una única forma de racionalidad. En este contexto, resulta cada vez más necesaria una ciencia distinta, capaz de pensar lo humano en su multiplicidad irreductible. A esa exigencia responde la Noologia, disciplina que se inaugura con un neologismo sencillo aunque cargado de resonancias: nous y logos, intelecto y discurso, mente y estudio. Quien pronuncie la palabra puede imaginar una corriente filosófica más entre tantas; sin embargo, en ella se cifra una intuición radical, pues lo humano no se comprende desde la uniformidad y solo se ilumina desde la pluralidad conflictiva de sus modos de pensar.
La pregunta de fondo es tan antigua como la propia filosofía. ¿Qué hace al hombre ser lo que es? La tradición ha ensayado respuestas diversas —animal racional, zoon politikón, portador de lenguaje—, aunque la Noologia se atreve a restituir una evidencia primera: el hombre es, antes que nada, un ser pensante. El pensamiento no es un atributo accesorio comparable al instinto o al deseo; constituye, más bien, la raíz misma de lo humano. Sin Nous no existe humanidad posible. Allí donde los animales viven entre sensaciones y estímulos, cuerpos que gozan o padecen, el hombre habita un territorio inmaterial de ideas, juicios y sentidos. Ese territorio, además, no se deja reducir a un mapa universal. La esencia del hombre se cifra en el pensamiento, aunque cada cultura, cada civilización y cada época lo despliega a su manera.
La insuficiencia del universalismo moderno se hace patente en esta primera parte del siglo. En efecto, se confundió la particularidad de un pensamiento —el europeo occidental, liberal, materialista, progresista— con la esencia misma del pensar. De esa confusión surgieron el colonialismo intelectual, la homogeneización cultural y el dogma científico que, en nombre de la razón, redujo a superstición o atraso toda forma de intelección distinta. Frente a esa deriva, la Noologia no niega la razón occidental, sino que la devuelve a su condición de caso particular, figura histórica entre otras, logos entre logoi. Comprender al hombre exige, por tanto, atender a la pluralidad de sus manifestaciones.
En este horizonte, la Noologia asume la tarea de estudiar el Nous en todas sus concreciones. Su novedad reside en que no dicta una norma de la razón ni prescribe cómo debe pensarse. Prefiere, en cambio, describir la manera en que los hombres piensan en su diversidad cultural. No impone reglas al intelecto, sino que atiende a sus apariciones. Se convierte así en una fenomenología del intelecto, atenta no a lo que el pensamiento debería ser, sino a lo que efectivamente se muestra en cada contexto.
De ahí que esta fenomenología multiplique los escenarios. El ruso y el francés, el chino y el africano, el musulmán y el europeo moderno piensan de formas irreductibles, no sólo en lo accesorio, también en lo esencial. La comprensión de la vida y la muerte, del tiempo y del espacio, de la materia y de la divinidad, de la familia, del sexo o de la historia responde a estructuras distintas. La humanidad, mirada desde la Noologia, no se asemeja a un coro que entona una sola melodía, sino a una polifonía donde cada voz modula el Nous en su propio registro. Reconocer esa polifonía resulta indispensable para alcanzar una visión completa de lo humano.
Ahora bien, la disciplina no se apoya únicamente en un gesto descriptivo, sino que se nutre de métodos y tradiciones que convergen en ella. La fenomenología de Husserl y Heidegger muestra que los objetos no se nos dan «en sí», sino tal como aparecen en la conciencia. La etnossociología permite captar las mediaciones entre formas culturales y estructuras sociales. La teoría de la imaginación de Jung, Bachelard y Gilbert Durand abre el acceso a los arquetipos simbólicos que animan cada tradición. El estructuralismo de Saussure, Lévi-Strauss o Dumézil recuerda que la originalidad del pensamiento es ilusoria, que toda palabra repite una estructura previa, que hablamos gracias a la lengua que nos antecede. Todas estas corrientes, lejos de anularse, funcionan como instrumentos de una disciplina que busca escuchar la pluralidad de voces del Nous.
Aun así, lo decisivo no es solo el método, sino el núcleo metafísico que sostiene la Noologia. Ese núcleo se organiza en la tríada de los logoi, clave para comprender la historia de las culturas como una noomaquia. El logos apolíneo, vertical y trascendente, funda la tradición platónica: la luz del Padre, la Idea que organiza lo real. El logos dionisíaco invierte esa dirección y se convierte en descenso, sacrificio, disolución y retorno, éxtasis que muere y resucita. El logos cibélico introduce la perspectiva de la Gran Madre: materia, horizontalidad, atomismo, progreso técnico, feminización de las estructuras, globalización e inteligencia artificial. Tres logoi, tres modos de configurar el Nous, tres fuerzas en pugna que jamás alcanzan conciliación definitiva. Ninguna cultura ni época histórica se limita a uno solo; todos combaten de manera simultánea y la historia se revela como el campo abierto de esa guerra.
En este punto resulta fecundo situar a Dugin en diálogo con Ortega. El pensador ruso escribe en su Noomakhia: «El Nous no es único, sino plural, y cada cultura encarna su propia forma de conciencia, irreductible a las demás. Estudiar el Nous es estudiar la guerra de los logoi»¹. Ortega, en Misión de la Universidad, afirma: «La cultura es el sistema de ideas en que cada época vive. Educar es hacer al hombre vivir en esas ideas»². Ambas afirmaciones iluminan el sentido profundo de la Noologia. Si la cultura es un sistema de ideas vividas y la educación su transmisión, cada cultura educa a través de su logos, y la pluralidad de logoi equivale a la pluralidad de formas educativas y vitales.
Ortega recalcaba que educación y cultura resultan equivalentes, porque la educación no consiste en adiestramiento técnico ni en mera instrucción. Se trata, más bien, de la incorporación del individuo a las ideas que hacen posible la vida compartida. Dugin añade que esas ideas no son universales y se disputan en el marco de una noomaquia. Allí donde Ortega veía una equivalencia directa entre cultura y educación, Dugin introduce la tensión del combate. Cada educación constituye, en consecuencia, un escenario donde los tres logoi se enfrentan sin que ninguno logre imponerse por completo.
Así se comprende la doble utilidad de este diálogo. Por un lado, la Noologia rescata de Ortega la convicción de que la cultura no consiste en acumular datos, sino en un horizonte vital transmitido pedagógicamente. Por otro, Ortega se enriquece al descubrir con Dugin que ese horizonte no es único ni universal, sino múltiple y conflictivo. Lo que para Ortega era un sistema de creencias en el que inevitablemente vivimos, para Dugin aparece como un campo disputado por tres fuerzas arquetípicas. De esa tensión emergen las diferencias irreductibles entre civilizaciones y, al mismo tiempo, la imposibilidad de imponer una educación universal bajo el signo de un solo logos.
El dilema de nuestro tiempo puede formularse de manera aún más concreta. Podemos escoger la vía filosófica o la vía de las cookies. La primera abre el camino de la Noologia: pensar el Nous en su pluralidad, comprender que cada cultura encarna una forma irreductible de conciencia y que el hombre no se agota en su utilidad técnica ni en la cuantificación de sus gestos. La segunda reduce la conciencia a un flujo de datos que alimenta algoritmos, transacciones y mercados. Al aceptar las cookies, aceptamos que nuestra vida interior sea convertida en estadística, que nuestros clics y movimientos sustituyan a nuestras ideas, que la intimidad del pensamiento se degrade en mercancía personalizada. El logos cibélico se manifiesta hoy precisamente en esa captura de la atención y de los hábitos, en la colonización de la vida por un régimen de datos que ya no necesita imponerse por la fuerza, pues encuentra en nuestra docilidad tecnológica su legitimidad. Frente a esa lógica de apropiación, la Noologia reclama la dignidad del Nous como aquello que no puede reducirse a registro ni a consumo. La vía filosófica exige distancia y lucidez; la vía de las cookies ofrece comodidad inmediata al precio de ceder la soberanía de la conciencia.
La defensa de la Noologia sostiene la necesidad de una disciplina que reconozca la pluralidad radical del pensamiento humano y su carácter conflictivo. En ella confluyen la fenomenología, la etnosociología, la teoría de la imaginación y el estructuralismo, pero lo decisivo es la clave metafísica: la noomaquia de los tres logoi. Leída desde Ortega, esa noomaquia revela que la educación, espejo de la cultura, no es neutra ni universal, sino inseparable de los logoi que la configuran. Defender la Noologia equivale a defender la pluralidad de culturas, la dignidad de cada forma de pensamiento y la lucidez necesaria para orientarnos en un mundo multipolar, donde la lucha entre Apolo, Dioniso y Cibeles sigue siendo la clave última de nuestra historia y de nuestro destino.
Notas
- Aleksandr Dugin, Noomakhia. War of the Mind: The Three Logoi, Moscú, Arktos Media, 2016, p. 27.
- José Ortega y Gasset, Misión de la Universidad, Madrid, Revista de Occidente, 1930, p. 45.
Bibliografía básica
- Dugin, Aleksandr: Noomakhia. War of the Mind: The Three Logoi. Moscú: Arktos Media, 2016.
- Ortega y Gasset, José: Misión de la Universidad. Madrid: Revista de Occidente, 1930.
- Ortega y Gasset, José: Meditación de la técnica. Madrid: Revista de Occidente, 1939.
- Durand, Gilbert: Las estructuras antropológicas del imaginario. México: FCE, 1969.
- Husserl, Edmund: Ideas relativas a una fenomenología pura. Madrid: Trotta, 1997.
- Heidegger, Martin: Ser y tiempo. Santiago: Editorial Universitaria, 1997.
- Lévi-Strauss, Claude: Antropología estructural. Buenos Aires: Eudeba, 1968.
Ramónacrobata
Filósofo de formación, escritor por necesidad y ciclista por amor a la pendiente. Escribo desde una tensión que no cesa de reaparecer: cómo resistir desde la forma, cómo sostener sentido cuando el mundo se fractura. En el corazón de mi trabajo —articulado a través del dispositivo hermenéutico ZIA— habita la idea del deporte como Weltstammräumung: gesto que despeja, cuerpo que restituye, escritura que no huye.
(Neologismo de raíz alemana que alude al acto de desalojar el ruido del mundo para recuperar un espacio originario donde la forma aún tiene sentido.)
Let`s be careful out there