Y en Flandes conmigo dí; mas con tan negra fortuna , que al mes de encontrarme allí, todo mi caudal perdí dobla a dobla, una por una.

Don Juan Tenorio, Réplica de Don Luis Mejía ,Acto Primero, escena XII, José Zorrilla

Nos movíamos rápido. Llevábamos poco equipaje. Éramos jóvenes”. Palabra.

Apenas es posible concebir un ámbito en el que se conjuge de un modo más intenso la  pluralidad de dimensiones de la naturaleza competitiva que el ámbito de la disputa de un Monumento del ciclismo. 

No negaré que la Primera Batalla de Ypres, también conocida como la Batalla de Flandes, que se disputó en las cercanías de ese poblado de Bélgica entre el 19 de octubre y el 14 de noviembre de 1914 y en la  que Alemania invadió Bélgica para atacar a Francia fue de una  intensa crueldad, pero salvando todo tipo de analogías y distancias, en Flandes manda el ciclismo, y la batalla que tuvo lugar a navajazo límpio entre el extraordinario quinteto de ciclistas formado por Stuyven, Van Aert, Van der Poel, Perdersen y Pogacar en el bucle final de La  Ronde de este año, a tan solo 45 km de meta, es el registro de una épica ,no del mundo tal como es ( en él manda la guerra) , sino según percibió Aristóteles, del mundo como pudo, puede o podría ser, es decir, el registro de lo que eso que llamamos «representación o espectáculo», puede ser en potencia.

Por lo que se refiere estrictamente al recorrido, sobre un total un total de 268,9 kilómetros con 16 subidas y 7 tramos de adoquín, la edición de este año del Tour de Flandes salió de Brujas, ciudad que desde el año 2021 alterna con Amberes el honor de ser el lugar de salida de La Ronde y tras 109 kilómetros, el primer obstáculo no se hizo esperar : los adoquines del Doorn y un poco más adelante el primero de los tres pasos sobre el Oude Kwaremont. Este año, el Eikenberg volvió al recorrido justo antes del Wolvenberg, donde la carrera suele abrirse por primera vez. Unos kilómetros más adelante, la calle Karel Martelstraat sustituyó a los adoquines de Kerkgat pues todavía continúan los trabajos de demolición en Molenberg, Berendries, Valkenberg y Berg Ten Houte. Luego, superado el límite mágico de los 200 kilómetros y sin más demora, se abrieron las navajas  y no precisamente con la intención de vaciar mejillones o pelar patatas.

Horacio Quiroga decía que la escritura es como “una flecha dirigida a un blanco”. Como en el tiro con arco, quiso decir, se necesita precisión para evocar emoción en un texto, para crear un personaje memorable, para orientar a un lector en un entorno desconocido sin perder su atención. Extrapolada esta idea al  mundo del ciclismo profesional, Tadej Pogačar con su manera agonística de afrontar las carreras expone delante de todo aquel que lo contempla, toda la plasticidad contenida en la insuperable emoción que estalla en su manera de correr. Y así lo volvió a dejar de manifiesto el campeón del mundo  completando su magistral actuación con una impresionante victoria en solitario.

 El fuerte viento en contra, protagonista de la primera parte de la carrera, impidió  cualquier intento de escapada con hombres relevantes de por medio, pero tras una larga espera, un grupo de ocho valientes se aventuró en el vacío con el permiso de un grupo cuya cabeza sujetó las riendas del pelotón y controló la escapada dejando ese vacío acotado en una ventaja máxima de 4 minutos y 35 segundos. Bien es verdad que ese vórtice envuelto en una soñolienta calma chicha duró poco pues al  entrar en Oudenaarde, la tensión aumentó drásticamente con la caída de  Mathieu van der Poel, partiéndose de manera definitiva la carrera a poco más de 100 km de la meta cuando  Benoot  lanzó un ataque tras el Molenberg al que se le unió un  grupo que incluía a Ganna.

Pareciera que la novedad del pelotón era su resistencia a quebrarse, hasta que en la segunda ascensión del Oude Kwaremont, el alemán Nils Politt, parapeto de Pogačar en el conjunto emiratí, disparó el ritmo del grupo principal para acercar al esloveno a los pies de una rampa de profundísimos adoquines en la que, con una pendiente media del 4,5%, más vale surcar los canalones laterales, algo más lisos, para no terminar hundido por el peso de la historia y decir Au Revoir. Encendida la mecha, el superclase esloveno lanzó un ataque fulminante con los demás favoritos pisándole los talones. Sólo Van Aert, Jorgenson, Van der Poel y Pedersen, cuatro colosos de la talla de un armario ropero, pudieron seguirle la pista.

Se dice que el Koppenberg , por el tamaño de sus adoquines, grandes y redondos como «cráneos enterrados en el barro», es la «colina de las cabezas» , una definición tétrica pero muy visual para imaginar las escabechinas que a lo largo de la historia han tenido lugar  durante su ascensión. Y así, el Koppenberg resultó ser el primer gran campo de batalla entre los favoritos. Pogačar atacó de nuevo, y esta vez  solo Van der Poel pudo seguirle aunque los  escapados y el grupo perseguidor se fusionaron poco después en Mariaborrestraat. Los ataques continuaron en Steenbeekdries, Stationsberg y Taaienberg. Este último parecía decisivo: el esloveno se desmarcó de Van der Poel y Pedersen, y Van Aert y Stuyven  se reincorporaron justo antes de la ascensión final al Oude Kwaremont. 

A partir de ahí todo lo que pasó detrás, quedó sumido en la más profunda irrelevancia. La combinación Oude Kwaremont-Paterberg resultó decisiva. Van Aert intentó anticiparse, pero otra aceleración de Pogačar destrozó el grupo,  incluso Van der Poel, que al principio parecía capaz de responder, tuvo que soltarse irremisiblemente. Coronado el Paterberg, el campeón del mundo mantuvo una ventaja de 25 segundos que resultó suficiente. No miró atrás y, al igual que en su primera victoria de 2023, terminó en solitario en Minderbroedersstraat. Pedersen y Van der Poel esprintaron en ese orden por los puestos restantes del podio, por delante de Van Aert, compartiendo la misma experiencia de carestía que tuviera otrora, también en Flandes, Don Luis Mejía. En unos días, en el velódromo de Roubaix tendrán ocasión para resarcirse. 

Le’ts be careful out there