«Mientras comía las tajadas de plátano sentí que regresaban, una a una, mis viejas lealtades a la vida, al mundo depositario de asombros siempre renovados y a tres o cuatro seres cuya voz me alcanzaba por encima del tiempo y de mi incurable trashumancia»
Álvaro Mutis, La nieve del almirante
Maqroll el Gaviero es un personaje ficticio creado por el escritor colombiano Álvaro Mutis. Navegante errante, aventurero solitario y misterioso, recorre los mares y los puertos del mundo en busca de experiencias y encuentros inusuales. Maqroll es retratado como un personaje complejo, un hombre de profunda introspección y sensibilidad, pero también de una insaciable sed de libertad y una profunda melancolía. A lo largo de la serie de las siete novelas y relatos en los que aparece, el Gaviero se ve envuelto en una serie de situaciones que ponen a prueba su ingenio, su valentía y su ética personal.
Maqroll es un personaje enigmático que despierta fascinación y admiración en aquellos que se cruzan en su camino. Su vida está marcada por la soledad, la búsqueda constante y la sensación de desarraigo, todos ellos elementos que hacen de él un personaje inolvidable de dificil parangón dentro de la literatura contemporánea.
Álvaro Mutis explora, a través de lo largo y ancho de este Tristam Shandy temas como la amistad, la lealtad, la traición, la pasión y la fugacidad de la vida, creando un universo literario fascinante y evocador del que no es posible desprenderse como si tal cosa y salir indemne como quien sale del encuentro con una mujer sin importancia.
Una de las 7 novelas de la serie es «La nieve del almirante» escrita por el autor colombiano en 1986. La historia se sitúa en un buque de guerra anclado en un puerto de la costa del Pacífico en América Latina durante el siglo XIX. A bordo se encuentra el almirante Padilla, un personaje enigmático y melancólico que reflexiona sobre su vida y su destino.
El almirante Padilla está obsesionado con la idea de encontrar una isla mítica cubierta de nieve en pleno trópico, lo que despierta la curiosidad de la tripulación y los habitantes del puerto. A medida que avanza la trama, se exploran las motivaciones y los anhelos del almirante, así como la relación con su tripulación y su entorno. A lo largo de la novela, se van desentrañando sus pensamientos y sentimientos, revelando sus dudas, sus miedos y sus deseos más profundos.
La nieve del almirante» es una obra que ahonda en temas como la soledad, la ambición, la obsesión y la fugacidad de la vida, a través de la figura del almirante Padilla y su obsesión por encontrar un lugar que representa sus anhelos más profundos. Esta novela corta es un ejemplo del talento literario de Álvaro Mutis y de su habilidad para crear atmósferas cargadas de simbolismo y significado.
La narrativa de Mutis se caracteriza por un estilo poético y evocador, que sumerge al lector en un mundo de sueños, melancolía y búsqueda interior.
Si el Quijote vivió loco ( mejor dicho, se hizo el loco) y murió cuerdo, obsesionado por la caballería andante, Maqroll vivió cuerdo y murió loco, obsesionado por el mar y la trashumancia.
Sin llegar a serlo, más allá de las figuras que conforman su literatura, y aunque su vida fuese un moverse continuo por los más diversos paisajes, sobre todo a consecuencia de lo que fueron sus trabajos; aunque su filosofía vital sí lo sea, tanto como su espíritu, en lo que hay de rebelde en ello; pese a todo lo dicho, no cabe considerar a Álvaro Mutis como un nómada, simplemente es que tardó en hallar cuál era realmente su anhelo: un lugar sobre la tierra que, en realidad, más bien es un estado interior de encuentro con el ser. Caminante, en el sentido que a esta palabra da Antonio Machado, eso sí; porque manifiesta en sus escritos un recorrido por el mundo con los ojos bien abiertos ante las experiencias que le regalaban tanto la vida como las lecturas; un empaparse en cada sensación que más tarde será rememorada, trabajada en la soledad del estudio. Así corresponde al autor que ha de indagar en lo sublime, transformando un episodio contemplado en un símbolo, bien lo supo ver en su poesía Gustavo Adolfo Bécquer. No se trató de vagabundear sin ton ni son; sino, mejor, de buscar la verdad en las distintas experiencias que brinda el recorrido de cada ser humano, de encontrarse con el significado que dote a la vida de un sentido pleno.
Ella penetró en un recinto de mi intimidad que se había quedado hermético y yo mismo desconocía. En sus gestos, en el olor de su piel, en la forma de mirarme, instantánea, intensa, en un breve intervalo que me dejaba bañado en una ternura abrasadora, en su dependencia hecha de aceptación irreflexiva y absoluta, tenía la virtud de rescatarme al instante de mis perplejidades y obsesiones, de mis desalientos y caídas o de mis simples ocupaciones cotidianas, para dejarme en una suerte de círculo radiante, hecho de palpitante energía, de vigorosa certeza, como la acción de una droga ignorada que tuviera el poder de conceder la felicidad sin sombras.»
Como escribió en Los trabajos perdidos Pasar el desierto cantando, con la arena triturada en los dientes y las uñas con sangre de monarcas es el destino de los mejores, de los puros en el sueño y la vigilia”
No me resisto a transcribir la oración del Capitán, texto escrito en una caligrafía femenina de rasgos altaneros, agudos, y de una claridad desafiante:
Alta vocación de mis patronos y antecesores, de mis guías y protectores de cada hora, hazte presente en este momento de peligro, extiende tus aceros, mantén con firmeza la ley de tus propósitos, revoca el desorden de las aves y criaturas augurales y limpia el vestíbulo de los inocentes en donde el vómito de los rechazados se cuaja como una señal de infortunio, en donde las ropas de los suplicantes son macula que desvía nuestra brújula, hace inciertos nuestros cálculos y engañosos nuestros pronósticos.
Invoco tu presencia en esta hora y deploro de todo corazón la cadena de mis prevaricaciones: mi pacto con los leopardos cebados en las pesebreras, mi debilidad y tolerancia con las serpientes que cambian de piel al solo grito de los cazadores extraviados, mi solidaria comunión con cuerpos que han pasado de mano en mano como vara que ayuda a salvar los vados y en cuya piel se cristaliza la saliva de los humildes, mi habilidad para urdir la mentira de poderes y destrezas que apartan a mis hermanos de la recta aplicación de sus intenciones, mi inadvertencia en proclamar tus poderes en las oficinas de la aduana y en las salas de guardia, en los pabellones del dolor y en las barcas en donde florece la fiesta, en las torres que vigilan la frontera y en los pasillos de los poderosos.
Borra de un solo trazo tanta desdicha y tanta infamia, presérvame con la certeza de mi obediencia a tus amargas leyes, a tu injuriosa altanería, a tus distantes ocupaciones, a tus argumentos desolados.
Me entrego por entero al dominio de tu inobjetable misericordia y con toda humildad me prosterno para recordarte que soy un caminante en peligro de muerte, que mi sombra nada vale, que el que perece lejos de los suyos es como basura triturada en los rincones del mercado, que soy tu siervo y nada puedo y que en estas palabras se encierra el metal sin liga ni impurezas de aquel que ha pagado el tributo que se te debe ahora y siempre por la pálida eternidad. Amén.
Advertido estoy desde antaño, que no es lo mismo interpretar el estallido de un trueno desde la meteorología que desde la fe, la teología, el mito o la magia. Sé, además, que sólo el tiempo cumple su tarea con leve, sordo roce, sin pausa ni destino.
Let´s be careful out there