Escuchando Adiós Nonino

Hacíamos el amor por las tardes, con la lenta y minuciosa paciencia de quien levanta castillos de naipes

Álvaro Mutis, Ilona llega con la lluvia

Timógenes escribió: De todas las actividades letradas la música es la más antigua, sólo el movimiento de la luna la precede.

Pascal Quignard, Butes

La casa exhala vapor tibio, memoria suspendida.
La madera, empapada desde dentro,
respira agitada como un cuerpo después del llanto.

Las vigas —vagina y costilla—
envuelven grietas que laten con el fuelle del bandoneón,
como un animal triste que lame sin lengua,
que gime sin culpa,
que se pliega sobre su propia herida
como un animal dormido que aún sueña.

Lluvia diagonal que más que caer, toca.
Un roce líquido, lento,
como dedos que aprenden la espalda en la penumbra.

Cada gota escribe una huella sin destinatario.
Idioma de agua que la piel recuerda antes que la razón.
Llueve en una lengua que ya no se pronuncia,
pero que sigue mojando por dentro.

Las ventanas sudan.
No por calor,
sino de lo contenido.
Como si alguien, desde fuera,
besara el cristal con un aliento que no quiere ser visto.

La mesa, roble astillado,
tiene la forma de una cama sin cuerpo.
Una taza tibia todavía conserva
la huella de unos labios que no volverán.
La infusión ya no humea, en la porcelana queda el temblor.

La humedad no entra por las rendijas,
sino por las palabras.
Se filtra entre los libros,
ablanda las frases,
curva las ideas hasta que se rinden.
El poema no desaparece: se pliega.
Como el cuerpo.
Cuando se entrega.

El bandoneón se abre con pudor
y cada exhalación parece querer abrazar algo que ya no está.
Tú, apoyado contra la puerta,
no lo escuchas: lo sientes.
Con los órganos sin nombre,
con esa parte que solo responde al temblor.

Lo comprendes sin pensar.
Llueve
porque no hay manera más digna
de recordar un cuerpo ausente.

Llueve
porque el amor se forma con la materia exacta
de lo que nunca llegó a tiempo.

Y la madera,
esa piel antigua,
esa médula de casa,
cruje.
No como un lamento.
Más bien como una insistencia.
Un deseo que no se ha evaporado.
Un eco que aún pide
ser tocado.

Astor Piazzola, Adios Nonino, The Central Park Concert.

ZIA · Zona Imaginal Autónoma

ramonacrobata · 2025

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