Un reloj detenido en mitad de la madrugada.
La plaza idéntica y distinta.
Bajo cada cosa, un esqueleto.

Parergon auditivo

The King of Denmark · Max Neuhaus · Morton Feldman

Un minutero fijo que sin moverse altera la percepción de todo lo demás.

El minutero se clavó.
Tres y treinta y seis.
Ya no quiso pasar.

No era avería.
No.

El zumbido, hueco.
Como dentro de una caja sin paredes.

La plaza seguía.
El toldo hinchado, deshinchado.
Un gato cruza.
Duda del suelo.

No cambió el pulso.
Cambió el armazón.

La pintura se adelgaza.
Bancos, madera.
Bajo la madera, espiral.
Bajo la espiral, franja.
No de árbol.
De otra cosa.

Parpadea.
La franja sigue.
Dorada. Roja.
Corrige un tornillo.
Silencio.

Si el tiempo se apaga no queda silencio.
Se oye lo de debajo.
Eso piensa.
No sabe de dónde.

En la mochila, llaves.
Un destornillador.
Un cuaderno.
No sirven.
El hierro frío en la palma.
Frío de dentro.

Entonces un trazo.
Dorado. Rojo.
Cruza el cristal.
Desciende.
Corrige.
Sin ruido.

Un temblor leve.
Como mantel tirado para centrarlo.

La voz.
Femenina.
Limpia.
De piedra pulida.

—Dos caminos…
Eso queda.
Uno… lo que es.
El otro… lo que parece.


Sacó el destornillador como quien empuña un amuleto. Subió la escalera del reloj. El hierro parecía más liviano, como si también hubiera perdido densidad. Intentó girar el primer tornillo: se deshizo en polvo translúcido, sin resistencia ni obediencia. Probó con otro. Lo mismo.

—Otra vez el destornillador…
Como si sirviera aquí.

—Iba a… no sé… algo tenía que probar.

Dentro, los engranajes quietos emitían una fosforescencia pálida, temblor de insecto bajo vidrio. Tocó con la punta: el diente se partió antes del contacto, disuelto en el aire.

—Lo que se muestra…
no se toca.
No se arregla.

La franja volvió. Lo mismo de antes. Rodeó el destornillador y la apagó con suavidad. Entonces lo vio: la figura iluminada, como inicial de manuscrito rojo y oro, corrigiendo sin pausa grietas y desvíos invisibles.

—Irene… Vega…
Tus manos… nada.
Los ojos… tal vez.

El destornillador cayó a sus pies, aplanado contra la tarima. Ella no lo recogió.

—¿Y yo… qué hago… aquí arriba?

—Miras.
Basta.
¿No?

—¿Solo eso?

—Solo eso.

La vena de luz se abrió en arco, en cuerpo sin edad, mujer de agua y claridad. Rostros cambiantes, todos reconocibles.

—Iba a decir algo… pero se me fue.

—Mejor así.

La palabra uno atravesó su pecho. Entendió que la respiración del mundo nunca había cesado: solo la venda del tiempo lo ocultaba.

—Y si… mañana… todo sigue igual…

—Entonces… recuerda.
Si todavía puedes.

La plaza vibró como membrana. Las letras de los periódicos flotaron, se reagruparon en una palabra: ἀλήθεια. La diosa tendió una mano, que no tocó. Bastaba mirarla. Así cruzó. Ya no estaba en la vía de la apariencia. Había elegido el camino donde el ser es.


Bajó.
Peldaño tras peldaño.
El suelo. Sí.

La plaza, igual.
El toldo, hinchado.
El gato, en la fuente.
Los periódicos, en su sitio.

Igual, no.
No.

Bajo cada cosa, lo otro.
La trama.
El esqueleto.

Un camarero arrastra sillas.
Rasga el suelo.
Surco invisible.
Ella lo ve.
Nadie más.

La carátula fija.
Tres y treinta y seis.
El mundo, entretanto, corre.
La dóxa.

Mochila abierta.
El destornillador, dentro.
No sirve ya.
Lo guarda igual.
Memoria de lo que fue.

El gato maúlla.
En el lomo, una costura de luz, roja y dorada.
Ella la siente.
Lo acaricia.

Todo está.
Lo aparente.
Lo oculto.
Lo eterno.

De pie en la plaza.
La ciudad despierta.
Su tarea: guardar memoria.

El minutero fijo.
Tres y treinta y seis.
El tiempo finge avanzar.

ramonacrobata
Filósofo de formación, escritor por necesidad y ciclista por amor a la pendiente. Escribo desde una tensión que no cesa de reaparecer: cómo resistir desde la forma, cómo sostener sentido cuando el mundo se fractura. En el corazón de mi trabajo —articulado a través del dispositivo hermenéutico ZIA— habita la idea del deporte como Weltstammräumung: gesto que despeja, cuerpo que restituye, escritura que no huye.
(Neologismo de raíz alemana que alude al acto de desalojar el ruido del mundo para recuperar un espacio originario donde la forma aún tiene sentido.)

Let`s be careful out there