Spiritus intus alit, totamque infusa per artus
mens agitat molem.Un espíritu dentro alimenta, y una mente infundida por todos los miembros anima la masa entera
Ovidio, Metamorfosis XV, 458–459
Las abejas se han ido. Las colmenas están vacías. En todo el país. Sin dejar rastro. Un pueblo entero se derrumba. Han volado para morir. Sin el permiso de Dios, sin embargo, las abejas no deberían salir, y aun así salen. ¿Se lo ha permitido Dios? Ninguna muerta en la colmena. Solo miel y crías que mueren de hambre. La colmena sigue en pie, aún parece intacta. Pero le falta el corazón.
Se ha terminado el canto de las abejas y su viaje entre flores.
¿Qué almas se habrán llevado a las abejas, esas que ya no revolotean por la hierba?
Ya no se saciarán en los prados, y cuando la nieve deje libre la tierra, reinará un silencio total en el paisaje.
¿De dónde venían las abejas? Venían del toro que fue sacrificado.
El toro, encendido por la multitud, fue apaleado hasta morir.
No debía correr sangre. Al cadáver se le sellaron todas las aberturas imaginables. Durante tres semanas lo mantuvieron completamente cerrado en una casa inaccesible. Luego, al toro ya en descomposición, lo expusieron al aire fresco.
Las avecillas de Dios, las abejas, nacieron entonces y formaron de inmediato un gran enjambre.
El desterrado a orillas del mar Negro escribió:
«El alma del toro pasa, porque ha devorado demasiadas plantas, como castigo, a incontables almas de abejas, cuyos cuerpos acarician las plantas sin herirlas.»
¿Pero es eso un gran castigo?
A las abejas les espera uno mucho mayor.
No logran encontrar el camino de regreso.
Y la reina nace del cerebro del toro, las demás de su carne.
Apis se llama el toro negro, imagen viviente del alma del sol, negro como la tierra y el inframundo.
Y Apis se llama también la abeja.
Ahora las abejas se han ido.
La colmena ha quedado desierta, el vuelo de las abejas ha cesado.
El sol se pone y ya no vuelve a salir, porque ahora brilla en el mundo subterráneo.
Las abejas y el prado, que vienen del paraíso, han quedado abandonados.
Quien mata una abeja comete obra del diablo.
Pero las abejas se adelantaron al crimen y volaron lejos.
Nada indica el colapso de sus casas, que ya está en marcha, solo la ausencia incesante de las mayores.
No sucede esto bajo un cielo sereno.
Cuando la abeja desaparezca de la tierra, al hombre solo le quedarán cuatro años de vida, dicen.
Ya no hay enjambres, ni danzas de abejas, ni anuncio de las fuentes de néctar que mantienen el equilibrio del todo.
Sin abejas no hay polinización, sin polinización no hay plantas, ni manzano, ni peral, ni ciruelo, ni frambuesas, ni calabazas, ni almendro; desaparecen el melón y las moras
Las colmenas quedan vacías, y los saqueadores aún no llegan.
Rferdia
Let`s be careful out there