“Love loves to love love.”
el amor ama amar al amor
James Joyce, Ulysses, Ep.4, Calypso
“…and yes I said yes I will Yes.”
«…y sí dije sí quiero Sí.”
James Joyce, Ulysses, Ep.18, Penélope
Cada 16 de junio, como quien dice ayer, Dublín es una fiesta. Hablamos del Bloomsday, la celebración «pagana» del día en que James Joyce decidió ambientar su novela más famosa.
James Augustine Aloysius Joyce nació en 1882 en un Dublín aún somnoliento, dominado por sacerdotes e imperios. Hijo de una familia al borde de la decadencia (social y económica), creció en un entorno donde se rezaba mucho y se bebía aún más. El joven James, ya entonces, demostraba no ser de los que se arrodillan: leía todo el día, escribía sonetos y ensayos polémicos, desafiaba a los profesores y a los dogmas con la mirada aguda de quien ya ha decidido no obedecer.
En pocas palabras: estudia como un jesuita, pero sueña como un artista. Y durante sus años en el University College de Dublín, pronto comienza a desarrollar y estructurar su visión del mundo: estética antes que política, lingüística antes que moral. No obstante, pronto comprende que Irlanda es demasiado pequeña para contener la inmensidad de su ambición, y se apodera de él el deseo de zarpar. Literalmente.
Así, en 1904, Joyce huye de Irlanda con Nora, una camarera de Galway que se convertiría en su compañera de por vida. Una larga huida hacia Europa tras algunos altercados en suelo irlandés en un exilio autoimpuesto . ¿Las etapas? De Trieste a Zúrich, hasta París.
En este itinerario sin descanso, enseña inglés, bebe café solo, frecuenta a comunistas y anarquistas, estudia idiomas como si fueran instrumentos musicales y escribe, escribe sin parar. Está de viaje, pero tiene una obsesión constante, una estrella polar fija: su amada Dublín. No vive allí, pero a pesar de ello no puede dejar de pensar en ella.
Su ciudad natal se convierte en el centro del mundo, su laboratorio narrativo. Si Proust tenía el tiempo, Joyce tiene el espacio urbano: casas, callejones, tiendas, tranvías, pubs. Todo detallado al milímetro, como si el mapa de la ciudad coincidiera con el de su mente.
Pero, la vida nunca fue generosa con él: luchó contra problemas de salud, contra la esquizofrenia de su hija Lucia y, sobre todo, contra sus ojos. Durante los años que pasó viajando sin cesar, perdió casi por completo la vista, aunque nunca dejó de escribir. O, al menos, de pensar en forma escrita. Al estallar la Segunda Guerra Mundial, debido a estos problemas físicos y otros, abandona París y regresa a Zúrich, donde morirá en 1941, lejos de su Irlanda.
Lejos de casa, en 1914, publica Dublineses una colección de relatos perfectamente pulidos y amargamente realistas en los que más que en ninguna otra de sus obras, ofrece una imagen despiadada de una ciudad y su espíritu estancado. Joyce, con la precisión quirúrgica del analista y la intuición poética del visionario, inmortaliza en quince relatos la inmovilidad emocional, moral y social de la capital irlandesa. A través de episodios cotidianos y aparentemente insignificantes, deja aflorar momentos de revelación repentina, las famosas epifanías, que no son apariciones divinas, sino destellos de conciencia que abruman a los personajes en un impulso de verdad interior.
El relato final, The Dead (Los muertos), es su culminación y síntesis. El protagonista, Gabriel Conroy, descubre la inquietante presencia del pasado en el corazón mismo de la vida, y el frío de la nieve que cae sobre toda Irlanda se convierte en símbolo de la parálisis colectiva. Este relato fue llevado al cine en una intensa película de John Huston en 1987, lo que confirma su poder evocador.
His soul swooned slowly as he heard the snow falling faintly through the universe and faintly falling, like the descent of their last end, upon all the living and the dead.“
James Joyce, Dubliners, The Dead
Su alma se desvanecía lentamente mientras oía caer la nieve, tenue, por el universo, cayendo tenue, como el descenso de su último fin, sobre todos los vivos y los muertos.”
En 1916 publica Retrato de un artista adolescente dando el primer paso hacia una narrativa más audaz y subjetiva. La novela, fuertemente autobiográfica, sigue la evolución espiritual e intelectual de Stephen Dedalus —alter ego del escritor— y en ella moldea el lenguaje según el crecimiento interior del protagonista: el estilo infantil y fragmentario de las primeras páginas evoluciona hacia un flujo cada vez más complejo y consciente. El artista nace en el momento mismo en que se emancipa, decidiendo «volar por encima de las redes» tendidas por la religión, la familia y la patria.
I will tell you what I will do and what I will not do. I will not serve that in which I no longer believe, whether it call itself my home, my fatherland or my church: and I will try to express myself in some mode of life or art as freely as I can and as wholly as I can, using for my defence the only arms I allow myself to use — silence, exile and cunning.
Te diré lo que haré y lo que no haré. No serviré aquello en lo que ya no creo, llámese mi hogar, mi patria o mi iglesia; e intentaré expresarme, en alguna forma de vida o de arte, con la mayor libertad y plenitud que pueda, usando para mi defensa las únicas armas que me permito usar: el silencio, el exilio y la astucia.”
james Joyce, A Portrait of the Artist as a Young Man
En 1922 pública Exilios , la única obra teatral de su carrera. La obra, inspirada en acontecimientos personales y en The Dead, indaga en las difusas fronteras entre la fidelidad y la traición, el deseo y la libertad, a través de un intrincado juego psicológico entre los protagonistas. A pesar del interés inicial, Joyce no continuará por este camino, prefiriendo la prosa como instrumento de exploración del alma humana.
No one who has not been in exile can understand how unutterably alone one feels — always.
Nadie que no haya estado en el exilio puede entender cuán inefablemente solo se siente uno — siempre.
James Joyce, Exiles, Act.1
Su producción poética, aunque menos conocida, refleja la misma intensidad expresiva: un ejemplo es Chamber Music, que reúne treinta y seis poemas de cristalina musicalidad. Más tarde, Joyce se aventura con versos más mordaces, como en The Holy Office y Gas from a Burner, composiciones en las que arremete contra el establishment literario y cultural de su época.
Go seek her out all courteously,
And say I come,
Wind of spices whose song is ever
Epithalamium.James Joyce, Chamber music, poem XIIO hurry over the dark lands
Ve a buscarla con cortesía,
And run upon the sea
For seas and lands shall not divide us
My love and me.
Y dile que vengo,
Viento de especias cuya canción es siempre
Epitalamio.
Apresúrate sobre tierras oscuras
Y corre sobre el mar,
Porque mares y tierras no nos separarán,
A mi amor y a mí.
Aun con todo ello, es solo una muestra de lo que la mente de Joyce puede dar a luz. Lo que proyecta, es mucho más ambicioso: Ulises. Una epopeya de lo cotidiano, una odisea en el tiempo de un día, un mapa de la conciencia que parte del desayuno de Leopold Bloom y llega a todas partes. Publicado en 1922, Ulises rompe todas las reglas: sintaxis libre, flujo de conciencia, experimentos lingüísticos dignos de un alquimista verbal.., obra maestra del modernismo, resultado de siete años de escritura obsesiva y genial. Ulises transcurre íntegramente el 16 de junio de 1904. Esa fecha fue elegida por Joyce como un homenaje a su primera cita con Nora Barnacle, quien sería su compañera de vida.
Debido a todo ello, el Bloomsday es a la vez una conmemoración amorosa, literaria y simbólica. Lo que debería haber sido solo un relato de la colección Dubliners se convierte en una novela monumental que recrea la Odisea en el Dublín del 16 de junio de 1904. Joyce sigue a tres personajes —Stephen Dedalus, Leopold Bloom y su esposa Molly— a lo largo de un solo día, reinventando la epopeya en clave cotidiana.
Cada capítulo es un universo estilístico en sí mismo: la novela cambia de lenguaje, estructura y ritmo, pasando del periodismo al catecismo, del teatro a la alucinación. El lector es transportado al flujo de conciencia de los personajes, en un vertiginoso mosaico de pensamientos, citas e imágenes.
Ulises es a la vez un mapa minucioso de Dublín y un viaje al alma humana: se puede captar su dimensión mítica, filosófica, poética o política, pero cada lectura es siempre parcial; la grandeza de la obra radica en su rechazo al significado unívoco.
El Bloomsday también celebra una idea de literatura como totalidad
Joyce, como su Bloom, se convierte en el hombre cualquiera y el hombre universal.
“Mr. Leopold Bloom ate with relish the inner organs of beasts and fowls. He liked thick giblet soup, nutty gizzards, a stuffed roast heart, liverslices fried with crustcrumbs, fried hencod roes. Most of all he liked grilled mutton kidneys which gave to his palate a fine tang of faintly scented urine.”
“El señor Leopold Bloom comía con gusto los órganos interiores de las bestias y las aves. Le gustaba la espesa sopa de menudillos, las mollejas sabrosas, un corazón asado y relleno, lonchas de hígado rebozadas, huevas fritas de bacalao. Sobre todo le gustaban los riñones de cordero a la parrilla, que dejaban en su paladar un buen regusto de orina suavemente aromática.”
James Joyce, Ulysses, ep.4, Calypso
Y cuando todos piensan que el acrobático escritor irlandés no puede ir más allá, Joyce vuelve a subir el listón: Finnegans Wake, publicado en 1939, es una especie de sueño colectivo escrito en un lenguaje onírico e híbrido, un flujo continuo y al límite de la ilegibilidad dada la densidad técnico-poética que lo define a lo largo de cientos de páginas.
Con el finnegans publicado en 1939 James Joyce lleva al extremo su experimentalismo: la obra, escrita en un lenguaje onírico y fragmentado, que mezcla más de cuarenta idiomas, representa un desafío literario sin precedentes. Es la noche de la humanidad, el sueño colectivo que sigue a la vigilia de Ulises. Los personajes, las tramas, las propias palabras están en continua transformación: se disuelven y se recomponen en un ciclo eterno, como enseñaba Giambattista Vico, cuya filosofía histórica inspiró profundamente al autor.
Difícil de leer, traducir e interpretar, Finnegans Wake se parece más a un poema cósmico que a una novela. Su inicio es la continuación de la frase final, lo que lo convierte en un texto circular, eterno, como el sueño o el inconsciente. Sin embargo, incluso en esta jungla lingüística, Joyce construye un universo coherente, donde cada palabra esconde infinitas posibilidades de significado.
“A way a lone a last a loved a long the” Un camino, solo, al fin, un amor, largo a lo largo del...”
James Joyce es leído, citado, venerado y malinterpretado. Para algunos es un dios de la palabra, para otros —de forma más o menos comprensible— una pesadilla escolar. Pero quien se adentra en su obra con curiosidad descubre algo único: un lenguaje vivo, complejo y humano.
Más que obras literarias, los libros de James Joyce son hazañas lingüísticas, viajes por etapas a través de la mente y el alma del hombre moderno. Desde la sobria elegancia de los relatos hasta el vertiginoso experimento del flujo de conciencia, cada libro es una pieza de un recorrido artístico que apunta a redefinir la forma misma en que se puede narrar la realidad. Joyce no escribe historias: construye universos. Y en cada uno de estos mundos —ya sea una calle de Dublín o el sueño de un padre moribundo— el lenguaje se pliega, se deforma, se reinventa, hasta convertirse en protagonista absoluto.
Le´ts be careful out there