La main qui écrit est comme la main qu’affole la tempête. Il faut jeter la cargaison à la mer quand la barque coule
Pascal Quignard, Les Ombres errantes.
El demócrata presume que para salvaguardar la dignidad propia conviene irrespetar la grandeza ajena. Lejos de mi intención hablar mal de la democracia. La democracia no desempeña una función menos importante que los entierros. Cada equis tiempo se abren las urnas, cualquier pretexto es bueno ¿ Cómo quedarnos en casa cuando con su apertura se celebra un banquete en favor de una institución tan honorable? ¿Quién podría negarse a concurrir a él? Le ofrecemos abadejo en salsa hoy, ahora, luego no se quejen, te dicen, y al día siguiente semejante salsa es ya un detrito incomestible por donde convenientemente dispuestos corren, in illo tempore, centenares de abadejos que se reproducen ad nauseam. Ante tal convocatoria, me declaro un devoto del ayuno. Las urnas como evento me conmueve tanto como la música militar; por otro lado, no veo bien que mi potencial «derecho democrático» (voto) tenga el mismo valor que el de un analfabeto locutor profesional que afirma que el R. Madrid ganó su quinceava Copa, ( es decir que rebanó la Copa en 15 partes, ni que fuera la nonagésimo tercera) y no su decimoquinta, que es lo correcto.
No soy capaz de evocar lo mucho y positivo que he leído sobre la democracia; recuerdo fechas, hechos memorizados, pero su valía ha desaparecido de una manera tan absoluta como cuando has estado enamorado; recuerdas cosas que sucedieron, pero la sensación no puede evocarse. Me sorprende también la progresiva y repugnante ganancia de peso del sistema, la cantidad de papeletas que se esparcen en torno a los muertos. Abogo, más bien, por la aristocrática grandeza tan alejada de esta especie de imperio social y violento, técnico, de gran amplitud, de larga duración, charlatán, pleno de desechos y ruinas, que ha sustituido poco a poco al reino biológico, errático, de escasa amplitud, inmediato, en el que la búsqueda debe ser sin objeto, en el que ni siquiera el lenguaje, debe ser objeto de la búsqueda, en el que la predación precede a la búsqueda, en el que la errancia es la predación.
Aceitei vir para Lisboa a fim de proteger a minha filha que não è minha filha e a minha mulher que nunca foi minha mulher, uma branca não pode ser mulher de um preto mesmo que jure que sim e esta nunca jurou que sim, uma branca mulher de um branco sempre, a minha mulher mulher do branco que a mandava dançar ca vendia aos outros brancos na fábrica, na modista, no escritório, dormia ao meu lado e era tudo, ela, como todas as brancas, enjoada com o meu cheiro, num cantinho da cama, não mexia na minha almofada, não mexia na minha roupa, tentava não mexer em nada que me per- tencesse e, se calhava mexer, o nariz de buraquinhos minúsculos
– Porque tem nojo de mim madame?
ela quase a apertar os buraquinhos com dois dedos e a baixar os dedos ao perceber que eu percebia
– Não tenho nojo de ti
mas desviava o corpo ao passar, não lavava os meus talheres nem o meu prato, ficava a olhar os restos do frango
– Os dentes que vocês têm que inveja
a fitar-me a boca, admirada
En ese estado aristocrático del Ser, la salud, a pesar de los años, recobra su vigor primitivo y con ella vuelven antiguos deseos, sueños y aspiraciones de la primera juventud, de esos que exhalan un suave olor de vino y rosas, en los que la individualidad se modifica en sus más profundas raíces, y el pensamiento, desocupado en apariencia, trabaja, reúne materiales, precisa contornos, a la espera de arrancar con las propias entrañas la obra viva y palpitante. En ese estado del Ser, el hombre robustecido por una vida sencilla y primitiva, acoge esa idea apenas entrevista, todavía informe y misteriosa escondida en el cerebro como yacimiento de oro en la tierra profunda
La piedra es un barro endurecido. La cueva está hecha de barro endurecido. No busco la piedra ni la dureza.
Un caballo blanco no es caballo. Busco el barro.
Que se entienda: Mi ermita no es sólida. No se puede construir nada sobre lo que escribo.
El sol llamea , y ante el incendio del espacio, el río resplandece ofuscante, refractando el fuego del astro, serpentino, rebosante de voluptuosidad turbadora, de incitaciones perversas volteando ante los ojos con una fascinación demoníaca.
Le’ts be careful out there