-¿Y cómo voy a presentarme delante de la gente? -preguntó alarmado.

-Es imposible que nadie te reconozca. Mírate en el primer espejo que encuentres.

Naguib Mahfuz, Las noches de las mil y una noches.

Polvo eres y en polvo te convertirás

Gen 3:19

Cuando éramos jóvenes, entre el grupo selecto de amigos que salíamos  en bici de Montaña por las cercanías de Lugo había una norma aceptada por todos que no necesitaba del BOE para su actualidad : o hacías polvo, o tragabas polvo. Así de sencillo. En La Toscana, cada principio de Marzo, sucede algo parecido, solo que quienes se suben a una bicicleta no son amigos, sino cuchilleros profesionales que se juegan la bolsa y en ocasiones la vida. Aunque no sea uno de ellos, en apenas diecinueve años, la carrera de Siena se ha ganado el apodo de «sexto Monumento», entre la élite del ciclismo mundial junto con San Remo, Flandes, Roubaix, Lieja-Bastoña-Lieja y el Giro de Lombardía. El telón de fondo es la imagen de postal de Crete Senesi, un panorama tan fascinante de admirar y  retener como difícil de abordar pedaleando. Se trata de la «Strade Bianche», la «Clásica septentrional más meridional de Europa», según el exitoso eslogan que la acompaña desde su nacimiento, y con la que se abre en serio   el calendario ciclista internacional. Un recorrido muy accidentado y ondulado, tanto en su trazado como en su altimetría, desprovisto de puertos, pero salpicado de subidas más o menos pronunciadas, a través , sobre todo de unos caminos de tierra, mysterium tremendum, plagado de trampas invisibles, aproximadamente 50 km  divididos en 13 sectores (todos en común con la carrera profesional) con una superficie bien conservada y trillada, sin incursiones de hierba y con poca gravilla superficial. Polvo secreto, polvo que fluye como la Gloria. Polvo que es la medida del tiempo que pasa en el reloj de arena y entre las ruedas de cada una de las bicicletas. Gloria, porque pese a ser una carrera joven, parece haber estado ahí siempre, una carrera que cada año añade una nueva galga a la construcción de su leyenda.

En esta ocasión, la acción decisiva, para el inicio de la última gesta de Pogačar, la que conducía al desenlace, comenzó  en el sector de Monte Sante Marie. Parecía una repetición del año pasado, pero esta vez, en el mismo sector de grava que tantas veces ha decidido la carrera, Pogačar no logró dejar atrás a todos sus rivales. Un animado Tom Pidcock ( este año en el Q36.5, libre por fin del lastre del Inneos) no solo sobrevivió a la aceleración de Pogačar, sino que fue el primero en atacar, amartillando el gatillo antes que el campeón del mundo.

El gran giro de la trama se produjo en el descenso de Monteaperti cuando Pogačar literalmente , y de forma incomprensible, se estrelló contra el asfalto. 

» Me precipité, conocía ese recorrido», dijo el tres veces ganador del Tour de Francia sobre su caída. Lo he recorrido veinte veces en mi vida. Pero a veces te despistas y me resbalé. En ese momento, no sabía si estaba bien, la bicicleta ya no funcionaba, ya había tenido que cambiar, estaba un poco asustado porque el cuerpo no aguanta mucho. Pero pude terminar. Ha sido una gran carrera, muy rápida,  la escapada también era muy fuerte pero mis compañeros han hecho un gran trabajo delante. Ha sido una carrera muy dura.»

 ¿Estábamos ante la abdicación del rey? Nada más lejos de la realidad. A los pocos kilómetros, Pogačar estaba de nuevo a la rueda de Pidcock. La carrera se convirtió en un duelo entre dos hombres, pero incluso contra un Tadej mermado, ninguna ventaja te garantiza nada. Y así fue. El esloveno apretó el culo contra el sillín  en la última subida al Colle Pinzuto, y preparó su maltrechas manos no sólo para manejar el cambio y hacer polvo en las narices de pidcok sino también para dibujar sobre la frente de un regero de rivales invisibles destinados a los fantasmas como los tiburones al mar, su sentencia de ceniza. El resto era previsible, el campeón del mundo disfrutó de un recorrido en solitario de 18 kilómetros, subiendo una vez más la Via Santa Caterina en solitario antes de conseguir su tercera victoria en Piazza del Campo .

El polvo de Siena le deparó el mismo e innegable resultado que en la pasada edición, convirtiéndose además en el primer campeón del mundo en ganar la Strade Bianche, igualando el récord de tres victorias de Fabian Cancellara consolidando aún más su leyenda y alzándose a  un espacio del ciclismo que solo habita Eddy Merckx. 

«Me divertí mucho, pero desde que crucé la línea de meta, tengo que admitir que la adrenalina está comenzando a remitir y empiezo a sentir mucho dolor. No es la mejor manera de ganar una carrera, pero una victoria es una victoria». 

La grandeza de Tadej Pogačar radica en que todo lo que hace lo inscribe en la carne de sus rivales como un tatuaje convirtiendo al que cruza la meta en segundo lugar en un perdedor inconsolable, en un jirón de carne desollada por el carnicero esloveno.

En el Palio di Siena, el último caballo en cruzar la línea de meta no es el  perdedor, el perdedor en realidad es el que entra en segundo lugar, en el ciclismo sucede lo mismo, no es igualitario, no es inclusivo. En paralelo, Pogačar atesora otra grandeza de una mayor exclusividad, si cabe: aquella, que como el criterio de verdad de un enunciado, radica siempre en la amplitud de su capacidad de seducción. 

Le’ts be careful out there