Resumen introductorio
Este ensayo explora la forma como resistencia estética en el ámbito del baloncesto y la literatura de los Balcanes articulando una serie de emparejamientos entre jugadores legendarios y escritores fundamentales de la segunda mitad del siglo XX y la actualidad. A través de una estructura en cinco movimientos y una coda final, el texto propone una lectura del cuerpo como archivo, del pase como enunciado, y del ritmo como núcleo ético de la creación. El cruce entre figuras como Delibašić, Kiš, Petrović o Ugrešić permite trazar una coreografía intelectual donde el sur de Europa piensa su historia mediante gestos, frases, y silencios. La forma no es aquí ornamento sino defensa contra la dispersión, una estética de la precisión frente al trauma de la fractura. Inspirado por tradiciones filosóficas como la de María Zambrano, Walter Benjamin o George Steiner, el ensayo defiende una poética del rigor y de la lucidez desde el margen balcanizado del continente.
Ensayo sobre la forma como resistencia en el baloncesto y la literatura de los Balcanes
«La forma es una herida que se niega a cerrarse.» — Marina Tsvietáieva
I. Preludio: La forma como ética
No hay arte sin límite, ni estilo sin frontera. En los Balcanes, donde la historia ha sido una máquina de desmembramiento, la forma es más que una estética: es un acto de resistencia. Frente a la violencia, la disgregación y la mentira, tanto el escritor como el jugador inventan coreografías del sentido. No para explicar el mundo, sino para sostenerlo un poco más.
La cancha es una página. El pase, una frase que no necesita sujeto. El tiro, un punto y aparte. La literatura y el baloncesto en los Balcanes no son expresiones culturales sino sistemas de pensamiento encarnado. En ambos, se trata de encontrar el tempo interno, la inflexión exacta, la respiración de la forma cuando todo alrededor se quiebra.
II. Primer movimiento: Mirza Delibašić y Semezdin Mehmedinović
La delicadeza como forma de lucidez
Mirza Delibašić fue un jugador que convertía la mecánica en gracia. No había alarde en su gesto, era una música interior, como si cada movimiento naciera de un pulso callado entre el cuerpo y el espacio. Escolta elegante, anotador sereno, sus puntos no eran estallidos, sino formas de permanencia.
Semezdin Mehmedinović escribe como Delibašić jugaba. Su prosa habita el instante, pero no lo subraya: lo respira. Hay en ambos un sentido de lo esencial que no busca epatar, sino desvelar. El baloncesto de Delibašić y la escritura de Mehmedinović son ejercicios de clarividencia afectiva. Minimalismo, sí. Pero de precisión, no de carencia.
Donde otros buscan el efecto, ellos ofrecen el compás. En su mundo, no hay urgencia por marcar, sino por habitar el ritmo. La inteligencia se mide en silencio.
III. Segundo movimiento: Dragan Dalipagić y Danilo Kiš
La ejecución como forma de exactitud moral
Dragan Dalipagić no era exuberante. Era infalible. Su tiro, repetido hasta la transparencia, no exigía emoción. Solo justicia. Cada punto suyo era un silogismo: si recibo aquí, y salto ahora, el balón entra.
Danilo Kiš comparte esa lógica. Su prosa no se permite desvíos inútiles. Narra con la sobriedad de quien ha visto demasiado. Pero en esa estructura —como en la mecánica de Dalipagić— arde una memoria incandescente. Ambos trabajan con precisión porque saben que cualquier exceso puede traicionar la verdad.
Lo que los une no es el estilo, sino una idea de la dignidad: la forma como ética de la transmisión. En Kiš, como en Dalipagić, no hay espectáculo, pero sí belleza. La belleza que sólo concede el rigor.
IV. Tercer movimiento: Toni Kukoč y Dubravka Ugrešić
La herejía como principio creativo
Toni Kukoč desobedecía. Su juego parecía una anomalía, una mezcla imprevista de base y alero, de ángel distraído y genio táctico. No imponía, sugería. Pasaba el balón como si escribiera a mano alzada, buscando la grieta, el desvío.
Dubravka Ugrešić hizo lo mismo con la literatura. Se deslizó por los márgenes, desmontó géneros, desacató patrias. En su escritura, como en el juego de Kukoč, hay una inteligencia subterránea: no desafían al sistema frontalmente, lo disuelven desde dentro.
Ambos trabajan con la ironía del desplazamiento. Se alejan para ver mejor. Y en ese alejamiento, inventan nuevas coordenadas. Lo suyo no es la victoria, sino la fuga lúcida.
V. Cuarto movimiento: Dejan Bodiroga y Faruk Šehić
El dominio del tempo como filosofía del umbral
Dejan Bodiroga no corría: leía. Su juego era una arquitectura del tiempo. Engañaba con una finta mínima, ocupaba el centro sin necesidad de velocidad. Su don no era físico, era mental. Convertía cada jugada en un descenso al corazón del ritmo.
Faruk Šehić escribe desde ese mismo lugar: el umbral. Su prosa no se precipita, se demora. Como Bodiroga, sabe que el verdadero poder reside en el que administra el tiempo, no en el que lo acelera. En su obra, la guerra no es narrada: es destilada. El lirismo es una forma de mirar lo insoportable sin traicionarlo.
Ambos son alquimistas del instante: lo convierten en permanencia.
VI. Quinto movimiento: Dražen Petrović y Miljenko Jergović
La furia como multiplicación del sentido
Dražen Petrović no aceptaba el mundo tal como era. Lo quería transformar a través del talento. Egoísta, sí. Irrepetible, también. Su juego era un grito contenido en la muñeca, una voluntad que se volvía física. No jugaba con los otros, sino contra el destino.
Miljenko Jergović, aunque de naturaleza coral, escribe con la misma urgencia: no hay tiempo que perder. Su narrativa es desbordante, tumultuosa, polifónica. No corrige: acumula. Su escritura, como el juego de Petrović, no se detiene ante el riesgo.
Ambos creen que la única manera de honrar lo que duele es multiplicarlo, hacerlo visible hasta el exceso. No buscan el equilibrio: buscan la revelación.
VII. Coda: El pase como pensamiento encarnado
El pase sin mirar. El giro inesperado. La frase que roza lo indecible. En los Balcanes, escribir y jugar son maneras de sostener la memoria del cuerpo. No es el triunfo lo que persiguen, sino la elegancia de la forma ante el abismo.
Cada uno de estos cinco emparejamientos es una variación sobre una misma intuición: la belleza es una forma del rigor cuando el mundo se fractura.
Donde otros ven sólo deporte o literatura, ellos han visto lenguaje. Y donde otros buscan escapar, ellos han aprendido a trazar con el cuerpo y con la palabra un espacio donde, por un instante, la historia se detiene y respira.
Bibliografía Selecta
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Miljenko Jergović
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Gesto suspendido
Talaron un árbol, quién sabe dónde. Nadie miró. Pero alguien lo hizo papel. Y otro alguien, mucho después, lo dejó sobre una mesa en silencio. Yo estoy aquí, aunque no sé para qué. Pongo la mano sobre la hoja como quien palpa una piel que no conoce. Tomo un bolígrafo, no por decisión, sino porque ya no queda otra cosa. Entonces escribo. No un cuento. Un temblor. Una grieta que arrastra días enteros. No sé si es mío, pero suena a mí. Danilo Kiš no me habla desde una frase: me empuja. Me dicta sin voz, como lo hacen los muertos a quienes les faltó una página.
Y en la última línea, cuando no queda más que trazo y vértigo, lo entendí: la mano de Delibašić no mira. Solo lanza. Y ese balón que parte, ese gesto sin cálculo, esa curva que no falla, es la forma más pura del cuento. No porque acierte, sino porque no duda. Porque no necesita que lo crean.¿Qué hace el cuento con lo que ya no puede decir? ¿En qué cuerpo se encarna el silencio cuando ya no hay página? : «El sueño es el abrevadero del alma que se escapa por la noche a las fuentes de la vida»
Ramónacrobata
Filósofo de formación, escritor por necesidad y ciclista por amor a la pendiente. Escribo desde una tensión que no cesa de reaparecer: cómo resistir desde la forma, cómo sostener sentido cuando el mundo se fractura. En el corazón de mi trabajo —articulado a través del dispositivo hermenéutico ZIA— habita la idea del deporte como Weltstammräumung: gesto que despeja, cuerpo que restituye, escritura que no huye. (Neologismo de raíz alemana que alude al acto de desalojar el ruido del mundo para recuperar un espacio originario donde la forma aún tiene sentido.)
Let`s be careful out there