Infandum, regina, jubes renovare dolorem. Troya en llamas, siete años de exilio, trece buenos barcos perdidos. ¿Qué sale de allí? «Insuperada elegancia, majestuosa grandeza y suave ternura».
Isak Dinesen, Lejos de África
El mundo del jazz quedó desolado al enterarse que Keith Jarrett había sufrido dos derrames cerebrales en octubre de 2020 y ya no podría seguir actuando. Hasta esa fatalidad, la asombrosa carrera de más de sesenta años de Jarrett abarcó desde breves estancias con Art Blakey’s Jazz Messengers y Miles Davis ( entre otros muchos de los grandes) hasta llenar salas de todo el mundo con sus conciertos de piano solo. En paralelo, la larga asociación de Jarrett con el sello ECM significó que sus obras se grabaran con los más altos estándares de sonido, que el sello muniqués no ha dejado de producir para deleite de quienes amamos la música y la calidad de su impresión. Es más, yo diría que las técnicas de producción de Manfred Eicher (fundador de ECM) dieron lugar a grabaciones de piano que datan de los años 70 todavía no superadas desde entonces, y que gran parte de la producción del estadounidense se benefició de esta experiencia.
En igual forma se benefició el trío de standards Formado por jarret/ Peacock/Dejohnette grabando exclusivamente para ECM. Así que fue una sorpresa ver que la discográfica alemana publicaba una grabación en directo de un trío de Jarrett en 1992 (At The Deer Head Inn) en el que Paul Motian sustituía a Jack DeJohnette a la batería ya que Motian y DeJohnette, al margen de la condición de excelentes bateristas de ambos, tienen dispares estilos de tocar; en todo caso, The Old Country es un segundo lanzamiento de material del concierto que Jarrett, Peacock y Motian ofrecieron en 1992 en el Deer Head Inn, sin dejar de señalar que esta actuación fue la primera y única vez que el trío Jarrett/Peacock/Motian actuó junto.
Retrospectivamente, cuando tocó por primera vez en el Deer Head Inn Keith Jarrett tenía 16 años, acababa de salir del instituto, y ganaba 48 dólares a la semana como empleado de envíos. Pero también era un prodigio del piano desde los tres años, un concertista de recitales clásicos antes de los 10 y un improvisador intuitivo. Acudía regularmente al Deer Head (a menudo tocando la batería) hasta que abandonó la ciudad para actuar con Charles Lloyd y Miles Davis. El Inn es un local situado en la región de Delaware Water Gap (Allentown, Pensilvania) y, según ECM, lleva presentando música en directo ininterrumpidamente desde 1950 lo que lo convierte en uno de los clubes de jazz más antiguos de Estados Unidos. Como todo bue aficionado sabe, su improvisación en solitario de 1975 en The Köln Concert se convirtió en un éxito de ventas multimillonario y convirtió a Jarrett en una superestrella mundial del jazz. Pero Jarret nunca olvidó el Deer Head, y en 1992 regresó para tocar en un concierto benéfico para el local dedicado al jazz donde una vez había hecho música con amigos y desconocidos sólo por diversión. Como fue mencionado ,The Old Country pertenece al mismo concierto que At the Deer Head Inn, publicado por Jarrett en 1994, en el que repasa canciones famosas de Broadway y de jazz con el sutilmente musculoso bajista habitual Gary Peacock, y el misteriosamente reactivo y delicado baterista Paul Motian (un compañero único de Jarrett desde la década de 1970), que en esta ocasión sustituye al compañero habitual de Jarrett en el Standards Trio, Jack DeJohnette.
Tanto ese cambio como el evidente placer del líder por el lugar y la gente, hacen que estas grabaciones sean especiales. Así, Everything I Love es un torbellino sin acompañamiento que se convierte en un swing fascinante, y Straight No Chaser de Thelonious Monk es una fusión vertiginosa de improvisación bebop extendida y fraseo sucinto que imita el groove. Las raíces de Jarrett en Bill Evans son evidentes en All of You, y la inicialmente pensativa How Long Has This Been Going On se convierte en una apasionada avalancha. Al igual que su predecesor, Deer Head, este disco es de lo mejor de la imaginación jazzística basada en standars, aunque los escépticos acerca de los agudas voces de fondo de Jarrett no piensen lo mismo.
En el momento de este concierto, Jarrett llevaba 30 años sin tocar en el Inn. Según cuenta la historia, el batería del trío de standards de Jarrett, Jack DeJohnette, no pudo acudir al concierto, por lo que esta actuación organizada espontáneamente marcó la única ocasión en la que Jarrett, Peacock y Motian tocaron como trío. Si bien el bajista Gary Peacock era en ese momento un miembro dedicado del trío de standards, el batería Paul Motian no había tocado con Jarrett durante dieciséis años, desde los embriagadores días del muy venerado «cuarteto americano» de Jarrett con Charlie Haden y Dewey Redman. «Así que fue como una reunión y una sesión de improvisación al mismo tiempo», escribió Jarrett en las notas del álbum At The Deer Head Inn, la selección inicial de material publicado de este concierto, en 1994. Sea como fuere, el hecho es que los tres, Jarrett, Peacock y Motian, se unieron para grabar no uno, sino dos maravillosos discos.
Todos los «estándares» explorados en Country , desde la apertura con champán y el cierre rodante de «Everything I Love» de Cole Porter, hasta el reposo blusero del corte que da título al disco (compuesto por el trompetista Nat Adderley), cobran vida y adquieren una nueva forma. El toque de Jarrett es inconfundible, lo que hace que su interpretación en Country sea tan única: Puede deslizarse, bailar o rebotar, pero independientemente de la técnica empleada, no se desprende de la madeja de su cualidad cantarina. Uno puede sentir que Jarrett está acompañando lo que oye en su cabeza tanto como lo que oye de sus compañeros de banda. Otra cosa: su fraseo. Es como si siempre supiera cuándo entrar y salir, y exactamente qué notas o combinación de notas funcionan. Sus líneas nunca son de relleno. Al contrario, enganchan y recompensan la escucha repetida. Todas estas cualidades se exhiben en las ocho canciones exploradas en «The Old Country», desde la apertura Art Tatumesque de «All of You» de Cole Porter hasta su melancólico romanticismo en «How Long Has This Been Going On» de Gershwin que nos lleva a preguntarnos si la tristeza ha sonado alguna vez tan dulce.
Por otro lado, también Peacock ofrece como es habitual un sonido grandioso. Parece entender intuitivamente los estados de ánimo de Jarrett y los imita con una exactitud que demuestra su larga relación. En «Straight No Chaser» exhibe una técnica deslumbrante y su alegre ofrenda en «Everything I Love» ofrece un fondo dinámico y sincero a los números, dando a Jarrett el espacio para llevar la música lejos y a lo ancho. Motian también se mantiene bajo, a la expectativa, generando calor cuando es necesario.
Y es que álbumes como éste sirven para recordarnos lo que era real y sucedía en un pasado no muy lejano. Así es la vida. Como dijo Vladimir Nabokov en Habla, memoria: «La cuna se mece sobre un abismo, y el sentido común nos dice que nuestra existencia no es más que una breve rendija de luz entre dos eternidades de oscuridad». Incluso Jarrett se explayó sobre el parpadeo momentáneo de la vida. Como dijo en su poema «La muerte de una flor»: «Vivimos entre el nacimiento y la muerte, o así nos convencemos convenientemente, cuando en verdad estamos naciendo y estamos muriendo simultáneamente en cada instante eterno de nuestras vidas». Puede ser, pero de lo que no hay duda es de que con este álbum, documento vivo de un instante pasado, la luz brilla. La música tiene el dinamismo y el lirismo descarado de los mejores trabajos de Keith Jarrett», escribió Stereophile en 1994 sobre At The Deer Head Inn, la primera selección de material del espontáneo y, en retrospectiva, histórico regreso del pianista al local de Pensilvania de sus primeros años. Gramophone habló de una interpretación «fascinante», y Los Angeles Times de «un compendio de gracia». Pues bien, todos los atributos son aplicables también a esta edición, que incluye ocho interpretaciones inéditas, y que se sumerge profundamente en la magia de este acontecimiento especial, una reunión de una sola noche de un trío de Jarrett con Gary Peacock y Paul Motian. Keith Jarrett: «Fue como una reunión y una jam session al mismo tiempo».
Si penetraras en un fresco, en un trampantojo, no avanzarías por su volumen fraudulento, sino que te reducirías a lo largo de las invisibles líneas de perspectiva. No serías tú el que se movería por espacios siempre cambiantes, con cúpulas y columnas de pórfido, por unas imágenes bíblicas incomprensibles que se abrirían y se cerrarían a tu paso, sino que serían ellas las que cambiarían de forma sin cesar, los rectángulos se convertirían en paralelepípedos y trapecios, los arcos del círculo se transformarían en hipérbolas y elipses, cada vez más pequeños para parecer más lejanos y más profundos. He pensado muchas veces que también el mundo está ordenado, con sus tres dimensiones, en un trampantojo igual de engañoso, ante el ojo muchísimo más complejo de nuestra mente, con los dos hemisferios cerebrales que comprenden dicho mundo desde ángulos levemente diferentes, de tal manera que, combinando la razón analítica y la sensibilidad mística, el habla y el canto, la felicidad y la depresión, la abyección y lo sublime, se abre ante nosotros el sorprendente capullo de rosa de la cuarta dimensión, con sus pétalos perlados, con su Cibicas, con los hipercubos de sus volúmenes. Como si el embrión no creciera en el vientre de la madre, sino que viniera desde lejos y solo la ilusión de la perspectiva lo hiciera parecer un viajero que se acerca por un camino desierto. Un viajero que, al pasar de la puerta ilíaca, sigue creciendo de forma ilusoria, primero del tamaño de un lactante, luego del de un niño, luego del de un adolescente y, por fin, cuando se encuentra frente a ti y te mira a los ojos, te sonríe desde el otro lado del espejo como un amigo que por fin ha dado contigo.
Mircea Cărtărescu, Solenoide
Al igual que su predecesor Deer Head, este nuevo disco es una inmejorable muestra de imaginativo refinamiento jazzístico basada en la interpretación de standars en su máxima expresión, plena de fuerza, profundidad y matices porque, en el fondo, el genio más puro se revela únicamente en la reflexión; no proyecta en su obra ni la más leve sombra de la laboriosidad o del exceso de nadie. Lo que yo llamo Perfección elimina la persona del autor; y por ese lado, no deja de resonar cierto eco místico, como sucede en toda búsqueda en que se coloque deliberadamente el término «hasta el infinito».
Keith Jarrett comentó mientras escuchaba una cinta de la sesión: «Creo que en esta cinta se puede escuchar de qué se trata el jazz». Aquí están las variaciones inspiradas, la técnica bajo control, la evitación de clichés, las ideas abundantes, las armonías hábiles, la concentración intensa y el tratamiento elegante de temas maravillosos. Jarrett tiene razón: esta cinta es lo que es el jazz, pero por encima de todo, este disco es resonancia, porque como solía decir Billy Swann, «lo que importa en la música no es la maestría ( condición sine qua non) del verdadero arte, sino la resonancia : en un espacio vacío, en un local lleno de voces y de humo, y en el alma de alguien, como sucede en la mía cada vez que escucho un nuevo disco de keith Jarret.
Let’s be careful out there