Nuestro mundo no será salvado por intelectuales ciegos ni académicos aburridos. Lo salvarán los poetas y los luchadores, aquellos que forjaron la «espada mágica» de la que hablaba Ernst Jünger, la espada espiritual que hace palidecer de miedo a monstruos y tiranos.
Dominique Venner
En una nota previa al comienzo de su pequeña obra maestra» Tres veces al amanecer», Alessandro Baricco escribe la siguiente exquisitez :»Estas páginas relatan una historia verosímil que, sin embargo, nunca podría suceder en la realidad. Narran de hecho la historia de dos personajes que se encuentran tres veces, aunque cada una de ellas es la única, y la primera, y la última. Pueden hacerlo porque habitan un Tiempo anómalo que inútilmente buscaríamos en la experiencia cotidiana. Lo establecen las narraciones, de tanto en tanto, y éste es uno de sus privilegios»
La música de John Coltrane y en concreto » Crescent» es para mí, parte de «ese tiempo anómalo», que al igual que me sucede con la literatura del novelista italiano, ni encuentro ni busco en la experiencia cotidiana por la sencilla razón de su singularidad absoluta.
La nota, en su lengua original, reza como sigue:
«Queste pagine raccontano una storia verosimile che, tuttavia, non potrebbe mai accadere nella realtà. Raccontano infatti di due personaggi che si incontrano per tre volte, ma ogni volta è l’unica, e la prima, e l’ultima. Lo possono fare perché abitano un Tempo anomalo che inutilmente si cercherebbe nell’esperienza quotidiana. Lo allestiscono le narrazioni, di tanto in tanto, e questo è uno dei loro privilegi.»
En la gran mayoría de las expertas opiniones que he leído sobre JohnColtrane, muchas de ellas ciertamente desconcertantes, la diversidad de matices de su gama emocional a menudo ha pasado por alto obviando su capacidad operativa, la búsqueda casi turbulenta del orden reflexivo que subyace bajo un mundo caótico.
A medida que Coltrane ha ido escribiendo más y más sobre cómo adaptar sus inquietudes artísticas a sus capacidades improvisatorias, cada una de las piezas de este álbum, demuestran tanto su anonadada coralidad, como la profundidad de su impacto. Coltrane se preparó para esta sesión durante varios meses y el resultado es una magnífica impresión especialmente completa de lo que podría llamarse los elementos más reflexivos, más meditativos, del temperamento musical de Coltrane. Es como si este álbum fuera un resumen de su etapa iniciática, una pequeñísima muestra de síntesis en sus intentos por cumplir su credo. «Lo principal que le gustaría hacer a un músico», ha observado Coltrane, «es dar una imagen al oyente de las muchas cosas maravillosas que conoce y percibe en el universo».
Y en efecto, con Crescent, tema que abre el álbum, el gigante de Carolina del Norte alcanza un grado avanzado de madurez al combinar la balada con la secuencia , utilizando recursos ensayados y ecos de viejas canciones para moverse hacia ásperas interjecciones de aire coloquial, nunca antes visto. La parte lenta del tema dura minuto y medio, y luego arranca la improvisación que se vuelve pura emoción sobre un ritmo de tempo medio gradualmente más duro y cortante. A los tres minutos se anuncian los sonidos crudos de Coltrane, similares a graznidos. A partir del cuarto, Tyner se retira y Coltrane comienza a proponer figuras cada vez más cortas, y al rebasar los cinco, se expresa tan poderosa y sucintamente como jamás lo había hecho. Aunque nunca dejó de cimentar sus exploraciones en los logros del pasado, su improvisación en «Crescent» alude en varias ocasiones al tema de «Miles’ Mode». Los cambios en el propio tema son bastante inusuales. La conclusión a extraer de ello es que el nacido en Hamlet, puede proyectar su voluntad sobre casi cualquier cosa demostrando que con las restricciones armónicas y las estructuras complicadas pueden coexistir en la simplicidad y la apertura un lirismo y una vehemencia en la frontera de la ferocidad. «Crescent»es un tema deslumbrante, extraño, demasiado ardiente como balada y demasiado fresco para lo que muy pronto vendría a denominarse en ciertos cículos como música de «energía, pero, por encima de todo ,es una obra maestra.
En «Wise One», balada de ritmo afrolatino, Coltrane cedió, como corresponde, protagonismo en el tema, aprovechando los espacios abiertos por el delicado piano de Tyner para inmiscuirse en ellos y ejecutar un portentoso y subyugante solo. Una vez más, en el solo, Coltrane renuncia a un mayor encabalgamiento y velocidad para juguetear en su lugar con cuatro notas sobre la misma variación multiforme concatenando delicadezas de todos los colores. Le basta apenas una pequeña dosis de su estilo hipnótico para emerger con exquisita contención: Pudo, literalmente, abstenerse pues era cada vez más conocido , y temido, por sus largos y extáticos trances, pero dentro de un estudio ( como en esta ocasión) era quien de contenerse y alcanzar cierto equilibrio sin perder la fuerza y emotividad marca de la casa.
Bessie’s Blues» tema corto, tempo medio y melodía informal, continúa el disco dividiéndolo en dos e incluye más referencias a «Miles’ Mode». Le sigue Lonnie’s Lament ,una de las mejores baladas de jazz jamás escritas, pero poco común , pues podría haber pasado por una canción soul o un himno.
Cierra el album, The Drum Thing y, si tenemos en cuenta las cumbres atléticas que el grupo alcanzaba de manera habitual, resulta una pieza extrañamente apagada, un tema extenso y elaborado que conduce hacia un solo de mazas sobre una nota pedal del bajo. Coltrane declararía posteriormente que sus líneas melódicas en tres de estos temas -Wise One, Lonnie’s Lament y The Drum Thing, eran puntos de la propia cadencia narrativa de los textos, de modo similar a como parecía apreciarse en «Alabama». (No sería, pues, del todo descabellado inferir que los textos a los que alude el artista son sus propias opiniones , tal vez entre ellas se encuentre también el texto de «Song of Prais», del disco The John Coltrane Quartet Plays, cuyo discurso remite también a la cadencia de un recitado.) Observamos, pues, cómo Coltrane persistía en su empeño por abstraerse de pautas de pensamiento, pero también del modo habitual propio de su fraseo, al tiempo que trataba de dotarlo de la oralidad discordante que ansiaba conferir a su música.
No olvidemos que en todo lo que hace, Coltrane es fundamentalmente un músico lírico; no por nada Ornette Coleman dijo alguna vez que Coltrane «es el músico más lírico que he oído nunca». Y, es un lirismo disciplinado, el que impregna gran parte de este extraordinario álbum con un Trane contemplativo que elabora e intensifica su inigualable sonido, pero sin dejar de ser en todo momento dueño absoluto de un dominio autoritario del material que tiene entre las manos y su corazón.
Por otro lado, siempre me ha resultado inexplicable que algún crítico pudiera hablar de Coltrane como «antijazz» cuando ha demostrado tan a menudo lo profundamente arraigado que está en las tradiciones del jazz. No sólo en el blues, sino también en la calidad de una delicadeza e intimidad totalmente desvergonzadas que se reflejan en la forma en que esboza el retrato de Wise One. No cabe duda de que hay algunos jazzistas que se dedican constantemente a un exhibicionismo técnico desenfrenado o a un vanguardismo autoconsciente como máscara de su incapacidad para ser significativamente sencillos cuando la ocasión lo requiere. Pero Coltrane no es uno de ellos.Tiene la madurez y el grado de destreza y autoconocimiento para ser básico e irrepetible. También hay que señalar que, a estas alturas, Elvin Jones, Jimmy Garrison y Mcoy Tyner mueven los estados de ánimo de Coltrane como ningún otro de los cuartetos formados en torno a él. Además, la única valoración predecible de la música de Coltrane es que con cada escucha seguirá cambiando.
C’era quell’albergo, di un’eleganza un po’ appannata. Probabilmente era stato in grado, in passato, di mantenere certe di lusso e un promesse in legno, girevole in sticherie. garbo. Aveva ad esempio una bella porta particolare che sempre inclina alle fantasticherie.
Fu da lì che una donna entrò, a quell’ora strana della notte, pensando ad apparentemente taxi. Indossava solo un altro, appena scesa da un abito da sera giallo, piuttosto scollato, eneppure una sciarpa leggera sulle spalle: la cosa le dava l’aria intrigante di coloro a cui è successo qualcosa. Aveva una sua eleganza nel muoversi, ma anche sembrava un’attrice appena mentrata dietro le quinte, sollevata dall’obbligo di recitare e tornata in un qualche se stessa, più sincero. Così aveva un modo di mettere i passi, di poco più stanco, e di reggere la minuscola borsetta, quasi un lasciarla. Non era più tanto giovane, ma questo le donava, come succede talvolta alle donne che non hanno mai avuto dubbi sulla propria bellezza.
Fuori era il buio prima dell’alba, né notte né mattino. La hall dell’albergo dimorava immobile, elegante nei dettagli, pulita, morbida: calda nei colori, silenziosa, ben disposta nel- lo spazio, illuminata di riflesso, le pareti alte, il soffitto chiato, libri sui tavoli, cuscini gonfi sui divani, quadri incorniciati con devozione, un pianoforte nell’angolo, poche scritte necessarie, il font mai lasciato al caso, una pendola, un barometro, un busto in marmo, tende a la finestra, tapetti al pavimento- l’a ombra di un profumo
Allí estaba el hotel, de una elegancia algo deslucida. Probablemente en el pasado pudo mantener ciertas promesas de lujo y distinción. Tenía, por ejemplo, una hermosa puerta giratoria de madera, un detalle que siempre predispone a las quimeras.
Fue por allí por donde entró una mujer, a esa extraña hora de la noche, pensando aparentemente en otra cosa, recién bajada de un taxi. Vestía un traje de noche amarillo, bastante escotado, y no llevaba siquiera un chal sobre los hombros: aquello le daba el aspecto misterioso de alguien a quien le ha pasado algo. Tenía de suyo elegancia en su movimiento, pero tam- bién parecía una actriz que acabara de entrar a los bastidores, liberada de la obligación de actuar y de retorno a su ser, más sincero. Tenía así una forma de caminar un si es no es cansado, y de sujetar su minúsculo bolso casi abandonándolo. Ya no era muy joven, pero esto le sentaba bien, como sucede a veces a las mujeres que no han tenido nunca dudas sobre su belleza. En el exterior, reinaba la oscuridad que precede al amanecer: ni de noche ni de día. El vestíbulo del hotel permanecía en su inmovilidad, elegante en los detalles, limpio, suave: cálido en sus colores, silencioso, bien colocado en el espacio, iluminado de reflejo, las paredes altas, el techo claro, libros sobre las mesas, cojines bien rellenos en los sofás, cuadros enmarcados con devoción, un piano en una esquina, unos pocos textos necesarios, el tipo de letra nunca utilizado al azar, un péndulo, un barómetro, un busto de mármol, cortinas en las ventanas, alfombras en el suelo -la sombra de un perfume.
Alessandro Baricco, Tre volte all´alba
Por encima de todo, Coltrane es un músico honesto y, en consecuencia, nunca tiene miedo de sus sentimientos. A veces, ruge en una espiral de anhelos y búsquedas. Otras veces es más suave, pero no por ello menos abierto y penetrante.
Ernst Jünger, figura destacada del movimiento conservador-revolucionario del siglo XX, articuló una visión de la historia en la que los dioses no sólo han aparecido en la antigüedad, sino que siguen manifestándose incluso en la era moderna. Estas figuras divinas, que festejaron con nosotros y lucharon a nuestro lado, simbolizan las entidades espirituales y trascendentes que surgen periódicamente para remodelar el curso de la historia humana. Sin embargo, Jünger advierte que el mero recuerdo de tal esplendor es de poca utilidad para los necesitados: no basta con oír el tintineo del oro a través de las paredes del tiempo cuando uno se muere de hambre. Hay que invocar activamente a los dioses, invocarlos para que participen en las luchas en curso del momento, donde su presencia puede dar lugar una vez más a nuevas leyendas y nuevas jerarquías.
En el marco filosófico de Jünger, la aparición de una nueva estrella en el horizonte de la mente sirve como heraldo de acontecimientos que cambiarán el mundo. Esta estrella, visible para los inquietos y los futuristas, señala la tormenta inminente que barrerá los ídolos mutilados y disolverá las formas desgastadas. Del mismo modo que los reyes de Oriente se guiaban por una señal celestial, también los revolucionarios conservadores de la época de Jünger eran atraídos por esta nueva luz. Es en el resplandor ardiente de esta estrella donde se ahogan las constelaciones circundantes, simbolizando la destrucción del régimen senil. En este crisol, todo lo que una vez fue sólido se derrite, permitiendo la creación de nuevos valores, creados a partir de los restos fundidos del pasado. Pues bien, John Coltrane es uno de esos crisoles, en los que se purifica el oro.
Let’s be careful out there