Se vogliamo que tutto rimanga come é, bisogna che tutto cambi.

Giuseppe Tomasi di Lampedusa, Il Gattopardo

Siempre me han fascinado las fronteras. En cierto modo, por supuesto, son una especie de ficción que enmarca historias y vidas, que atraviesa la imaginación. Son a la vez nítidas y delgadas como el papel, invisibles o infranqueables según el contenido de tu bolsillo. Están hechas de estudios de campo, topografía, líneas de visión, historia, archivos, y funcionarios aburridos en chozas polvorientas bebiendo té y revisando papeles. Pero para una aplicación como Instagram, por ejemplo, son algo completamente distinto. Para Instagram, la frontera es una colección de fotos y cuentas de usuario, de direcciones IP y latitudes y longitudes, de servidores y listas negras, de quién sigue a quién y a quién le gusta qué.

Los que somos todavía humanos, aquellos que felizmente no disponemos todavía de una fuerza espectacular, ni poseemos dientes desgarradores, ni uñas afiladas, ni la vista del águila, ni tampoco contamos con la astucia del zorro o la velocidad del guepardo, tal vez seamos la especie menos capacitada para sobrevivir, la más menesterosa en un mundo donde hasta las incansables cucarachas son más aptas y menos frágiles. Entonces ¿ cuál es nuestra ventaja evolutiva? ¿Cómo hemos conseguido multiplicarnos y poblar el planeta, y sobre todo, cómo sobreviviremos en un mundo que respira olímpica cochambre?

Es gracias a la posibilidad de almacenar y transmitir información, lo aprendido a lo largo de nuestra historia, lo que permite que cada individuo adquiera el conocimiento acumulado por la especie. Los pigmentos perdurables dan testimonio de la búsqueda de un soporte físico duradero.

Sin embargo el lenguaje, lo decisivo, es inmaterial. Es mucha y de muchas clases la información que necesitamos para sobrevivir, crecer y multiplicarnos, para intentar comprender la realidad y a nosotros mismos, para aceptar la muerte a regañadientes o sublevarnos en vano. Y para almacenar y transmitir cada clase de información hay que crear el soporte adecuado, un lenguaje particular para una información específica. Si queremos transmitir una idea sobre relaciones matemáticas inventamos ecuaciones; si se trata de una melodía, creamos pentagramas; si queremos hablar de ciertas propiedades de la materia recurrimos a la formulación química.

Bello, don Calogero, bello. Ma ciò che supera tutto sono i nostri due ragazzi.» Angelica e Tancredi passavano in quel momento davanti a loro, la destra inguantata di lui posata a taglio sulla vita di lei, le braccia tese e compenetrate, gli occhi di ciascuno fissi in quelli dell’altro. Il nero del frack di lui, il roseo della veste di lei, frammisti, formavano uno strano gioiello. Essi offrivano lo spettacolo più patetico di ogni altro, quello di due giovanissimi innamorati che ballano in, ciechi ai difetti reciproci, sordi agli ammonimenti del sieme, illusi che tutto il cammino della vita sarà liscio codel destimento del salone, attori ignari cui un regista fa recitne di Giulietta e quella di Romeo nascondendo la cripta e il veleno, di già previsti nel copione. Né l’uno né l’altra erano buoni, ciascuno pieno di calcoli, gonfio di mire segrete; ma entrambi erano cari e commoventi mentre le loro non limpide ma ingenue ambizioni erano obliterate dalle parole di giocosa tenerezza che lui le mormorava all’orecchio, dal profumo dei capelli di lei, dalla reciproca stretta di quei loro corpi destinati a morire.

Giuseppe Tomasi di Lampedusa, Il Gattopardo

Sí, don Calogero, magnífico. Pero no tanto como nuestros chicos. En aquel momento Angelica y Tancredi pasaban frente a ellos: la enguantada diestra del joven posada apenas en la cintura de la muchacha, los brazos tendidos y enlazados, las miradas sumergidas una en otra. El frack de él y el traje de ella formaban, así juntos, una extraña joya rosa y negra. Ambos ofrecían el más conmovedor de los espectáculos: tan jóvenes y enamorados, dejándose llevar por la música, cada uno ciego ante los defectos del otro, ambos sordos a las advertencias del destino, vanamente convencidos de que toda su vida discurriría por un camino tan liso como el suelo del salón; parecían actores principiantes a quienes el director les hiciera representar los papeles de Julieta y de Romeo sin decirles que en la obra figuran también la cripta y el veneno. Ninguno de los dos era bueno, ambos tenían sus intereses, tanto ella como él alimentaban secretas aspiraciones; pero resultaba agradable y enternecedor verlos bailar mientras sus turbias pero ingenuas ambiciones se iban esfumando entre las cariñosas, alegres palabras que él le musitaba al oído, el perfume que envolvía la cabellera de la joven, y el abrazo en que acababan fundiéndose sus cuerpos destinados a morir

Giuseppe Tomasi di Lampedusa, El gatopardo

Pero, ¿a quién se le ocurriría declarar un sentimiento amoroso mediante una ecuación? ¿Explicar con una partitura para violín la relación entre la longitud de los catetos y el cuadrado de la hipotenusa? ¿Utilizar la lógica formal para describir la composición química de los minerales? ¿Recurrir a un soneto alejandrino para desarrollar el cálculo infinitesimal? ¿En qué cabeza cabe? : eso no se le ocurriría ni al que asó la manteca (fuera quien fuera el mentecato).

En La cueva de Tito Bustillo en Ribadesella, se hacían pinturas parietales, se cantaba, pero también, no cabe duda, en torno al fuego, se contaban historias. Aventuras de caza, accidentes, amores y errores, dioses y demonios, castigos y recompensas; casi todas las noches alguien contaba algo diferente, pues desde que el mundo es mundo, nos contamos historias unos a otros. Así, La narración es el soporte que hemos construido para almacenar y transmitir todo lo que sabemos, lo que hemos conseguido inventar sobre nuestras propias emociones, ese lenguaje específico que contiene esa clase de información tan indispensable para nuestra supervivencia, la respuesta a la pregunta cómo debemos vivir.

Para eso nos contamos historias. Las emociones no se sienten, se aprenden. Son una construcción social y cultural. Una emoción no es la respuesta espontánea a un estímulo, sino que incorpora sentido, valores, finalidad. Nos enseña cómo vivir: qué debemos sentir ante la desgracia de un amigo, cómo reaccionamos ante la traición, qué significa decir «te amo», qué consecuencias tiene; qué podemos hacer con el rencor, con la envidia, con la angustia o con el miedo a la muerte.

Dai più frequenti contatti derivati dall’accordo nuziale cominciò a nascere in Don Fabrizio una curiosa ammirazione i meriti di Sedara. La consuetudine finì con per i l’abituarlo alle guance mal rasate, all’accento plebeo, agli abiti bislacchi ed al persistente olezzo di sudore, ed egli fu libero di avvedersi della rara intelligenza dell’uomo; molti problemi che apparivano insolubili al Principe venivano risolti in quattro e quattro otto da don Calogero; liberato come questi era dalle cento pastoie che l’onestà, la decenza e magari la buona educazione impongono alle azioni di molti altri uomini, egli procedeva nella foresta della vita con la sicurezza di un elefante che, svellendo alberi e calpestando tane avanza in linea retta non avvertendo neppure i graffi delle spine e i guaiti dei so- praffatti. Allevato, invece, in vallette amene percorse dagli zeffiri cortesi dei «Per piacere» «ti sarei grato» «mi faresti un favore» «sei stato molto gentile,» il Principe adesso, quando chiacchierava con don Calogero si trovava allo scoperto su una landa spazzata da venti asciutti e, pur continuando a pre- ferire in cuor suo gli anfratti dei monti, non poteva non ammirare la foga di queste correnti d’aria che dai lecci e dai cedri di Donnafugata traeva arpeggi mai uditi prima.

Giuseppe Tomasi di Lampedusa, Il Gattopardo

Al multiplicarse los contactos tras el compromiso nupcial, don Fabrizio comenzó a sentir una singular admiración por los méritos de Sedara. Acabó habituándose a las mejillas mal afeitadas, al acento plebeyo, a los trajes extravagantes y al persistente aroma de sudor, y estuvo en condiciones de apreciar la rara inteligencia de aquel hombre; muchos problemas que al príncipe le parecían insolubles don Calogero los resolvía en un abrir y cerrar de ojos; liberado de las mil trabas que la honestidad, la decencia e incluso la buena educación suelen imponer a las acciones de muchos otros hombres, el alcalde avanzaba por el bosque de la vida con la seguridad de un elefante que, arrancando árboles y aplastando madrigueras, camina en línea recta sin advertir ni siquiera los arañazos de las espinas y los gemidos de sus víctimas. En cambio al príncipe, educado en pequeños y amenos valles recorridos por los céfiros corteses de los «por favor», «te agradecería», «me harías la merced», «has sido muy amable», las charlas con don Calogero lo transportaban a un páramo barrido por vientos estériles y, aunque en el fondo de su corazón seguía prefiriendo las quebradas de los montes, no podía dejar de admirar el ímpetu de aquellas corrientes de aire que de las encinas y cedros de Donnafugata conseguían arrancar arpegios hasta entonces nunca oídos.

Giuseppe Tomasi di Lampedusa, El Gatopardo

El motivo por el que una historia es el lenguaje específico para almacenar y transmitir lo que sabemos o lo que pensamos de nosotros mismos está en la propia naturaleza de nuestras emociones. Las emociones ¿Qué es el rencor, el miedo, la frustración, el amor, la pérdida, la nostalgia, la esperanza o la desesperación? La respuesta a estas preguntas nunca es una definición; exige una historia, un «es cuando…»: es cuando alguien se ha comportado mal contigo sin que lo parezca y no puedes acusarle; es cuando prometes hacer algo y no puedes cumplirlo… Toda emoción humana necesita una historia para ser comprendida (o aprendida). Por eso la narración es el depósito de lo que sabemos o creemos sobre nosotros mismos y sobre cómo debemos vivir nuestra vida.

Si quieres saber cómo se formaron las montañas, estudia Geología. Si quieres entender por qué no llegas a fin de mes, a pesar de que trabajes diez horas al día, estudia Economía, si quieres decidir qué material es el más indicado para construir un puente, estudia Ingeniería. Pero si necesitas aprender qué es la ambición, como enfrentarte a la culpa o al miedo, o cuáles son tus sentimientos ante la victoria de otro, lee novelas y relatos, (no me refiero al 99,9 % de la basura que se publica impúdicamente ) hablo de literatura. En ella está todo lo que hemos logrado aprender. Ella, es nuestro archivo de emociones en el que hemos ido almacenando las enseñanzas de Alonso Quijano, de Edmundo Dantés; de Fabrizio Salina… Ahí están: disponibles para quien quiera saber algo sobre sí mismo y sobre cómo vivir.

Da una viuzza traversa intravide la parte orientale del cielo, al disopra del mare. Venere stava lì, avvolta nel suo turbante di vapori autunnali. Essa era sempre fedele, aspettava sempre Don Fabrizio alle sue uscite mattutine, a Donnafu- gata prima della caccia, adesso dopo il ballo.

Don Fabrizio sospirò. Quando si sarebbe decisa a dargli un appuntamento meno effimero, lontano dai torsoli e dal sangue, nella propria regione di perenne certezza?

Giuseppe Tomasi di Lampedusa, Il Gattopardo

Desde unha ruela transversal albiscou a parte oriental do ceo, sobre o mar. Venus estaba alí, envolta no seu turbante de vapores outonais. Ela era sempre fiel, sempre agardaba por don Fabrizio nas súas saídas matutinas; en Donnafugata, antes da caza, agora, despois do baile.

Don Fabrizio suspirou. ¿Cando se decidiría a lle dar unha cita menos efémera, lonxe dos babiolos e do sangue, na súa rexión de perenne certeza?

Giuseppe Tomasi di Lampedusa, O Gatopardo

Let’s be careful out there