Eine Liste von Geräuschen, die man nur hört, wenn man allein ist:
Clemens J. Setz, Die Frequenzen
– der eigene Herzschlag
– ein Tropfen, der nie fällt
– die Stimme, die sagt: gleich.»
“Una lista de ruidos que solo se oyen cuando uno está solo:
– el propio latido
– una gota que nunca cae
– la voz que dice: enseguida.”
«—was denkt der mann!— (ich doch nicht! / “ach, schreib nur: er war’s nicht”).»
Arno Schmidt, Zettel’s Traum
“—¡qué piensa ese hombre!— (yo no, desde luego / ‘anda, escribe simplemente: no fue él’).”
No siempre es en los tratados donde la razón moderna revela su reverso. A menudo, por el contrario, se delata en lo que parece un pasatiempo lateral: un arquitecto que dibuja ciudades inverosímiles, un novelista que escribe libros imposibles de leer, un austríaco joven que se entretiene inventando síndromes o recopilando lenguas muertas como si fuesen mariposas en una vitrina. Y, sin embargo, en esos desvíos —Ferriss, Schmidt, Setz— se nos muestra con mayor crudeza lo que en la solemne retórica filosófica se oscurece bajo las palabras solemnes: que la razón que nació para emancipar ha terminado en dispositivo de dominación, que el logos que debía traer libertad es la misma máquina que organiza el sometimiento.
La ciudad imposible
Hugh Ferriss no construyó nada, pero dejó una imaginería que pesa como si hubiera levantado medio Manhattan él solo. Sus carboncillos de rascacielos —The Metropolis of Tomorrow (1929)— son más una liturgia que urbanismo. Uno los mira y no sabe si está viendo una ciudad habitable o la escenografía para un réquiem. “The skyscraper is the symbol of aspiration”, escribió; convendría añadir: de una aspiración que no apunta a vivir, sino a intimidar. La verticalidad como catecismo, la sombra como pedagogía política. En esos dibujos todo es blanco y negro: no hay matices, como no los hay en las formas de dominio.
Podría objetarse que son solo dibujos, ejercicios de un arquitecto con demasiado tiempo libre. Pero las imágenes pesan más que los edificios. Ferriss anticipa lo que Fritz Lang filmaría en Metrópolis y lo que el cómic convertiría en Gotham City. La ciudad moderna como teología política secularizada: una catedral sin Dios, pero con accionistas.
La novela ilegible
Arno Schmidt, por su parte, decidió que si la lengua estaba rota, lo honesto era escribir con los pedazos. Sueños de Zettel (Alfaguara, 1981) es ilegible, y esa es precisamente su virtud. “El lenguaje es un camino de leñadores”: no conduce a la claridad, sino al extravío. Schmidt organiza la confusión con el rigor de un cartógrafo: columnas paralelas, notas que invaden la página, erudición superpuesta a obscenidades. Leerlo es experimentar que el idioma —como Alemania— se había convertido en un desierto de ruinas.
En El corazón de piedra (Fundamentos, 1984) lo dice con todas las letras: “Alemania es un desierto de ruinas”. El paisaje de posguerra no es solo material, es lingüístico. Y quien no quiera reconocerlo puede seguir leyendo novelitas donde la sintaxis todavía se finge intacta. Schmidt elige, en cambio, exhibir la fractura: la novela como ruina habitada.
El mito técnico
Setz llega varias décadas más tarde y parece moverse en otro registro, aunque su obsesión sea la misma. Las abejas y lo invisible (H&O, 2023) es un catálogo de lenguas inventadas, alfabetos secretos, códigos cifrados: allí se percibe cómo el sueño de una comunicación perfecta se convierte en la más cruel de las dominaciones. La transparencia absoluta como coacción.
En Las lunas antes del aterrizaje (H&O, 2025) reconstruye la figura de Peter Bender, profeta de la tierra cóncava. Lo que parece una extravagancia se revela como una parábola del presente: el delirio conspirativo no es anécdota, es estructura. La racionalidad técnica no elimina lo mítico, lo multiplica en forma de protocolos, estadísticas, algoritmos. La superstición se ha vuelto digital.
La ruina como destino
Ferriss, Schmidt, Setz: tres maneras de decir lo mismo. La modernidad lleva su ruina dentro, como un germen. La ciudad que intimida ya es ruina anticipada; la novela ilegible es ruina verbal; el mito técnico es ruina de la experiencia compartida. En cada caso, el progreso anuncia su contrario.
Preguntar para resistir
Queda entonces la interpretación. ¿Qué significa todo esto? ¿Qué me dice a mí, ahora? Interpretar es sostener la pregunta, no clausurarla. Peirce hablaba de abducción, Popper de conjetura y refutación: da igual. La interpretación es conjetura que se cumple en la experiencia.
Ferriss nos obliga a ver en la arquitectura el catecismo del poder. Schmidt nos fuerza a reconocer que la lengua es ruina. Setz nos enfrenta con el mito digital disfrazado de algoritmo. No se trata de admirar ni de rechazar: se trata de leerlos como advertencia.
Un nuevo humanismo no puede consistir en repetir doctrinas: solo en sostener preguntas. Interpretar es resistir; preguntar, humanizar. En eso, y no en otra cosa, sigue consistiendo la libertad.
Bibliografía en castellano
- Ferriss, Hugh. The Metropolis of Tomorrow. New York: Ives Washburn, 1929. (No existe traducción al castellano; citas en traducción propia.)
- Schmidt, Arno. Sueños de Zettel. Trad. José Antonio Millán. Barcelona: Alfaguara, 1981.
- Schmidt, Arno. El corazón de piedra. Trad. Jaime Siles. Madrid: Editorial Fundamentos, 1984.
- Setz, Clemens J. Las abejas y lo invisible. Trad. José Aníbal Campos. Valencia: H&O Editorial, 2023.
- Setz, Clemens J. Las lunas antes del aterrizaje. Trad. Virginia Maza. Valencia: H&O Editorial, 2025.
Rferdia
Filósofo de formación, escritor por necesidad y ciclista por amor a la pendiente. Escribo desde una tensión que no cesa de reaparecer: cómo resistir desde la forma, cómo sostener sentido cuando el mundo se fractura. En el corazón de mi trabajo —articulado a través del dispositivo hermenéutico ZIA— habita la idea del deporte como Weltstammräumung: gesto que despeja, cuerpo que restituye, escritura que no huye.
(Neologismo de raíz alemana que alude al acto de desalojar el ruido del mundo para recuperar un espacio originario donde la forma aún tiene sentido.)
Let`s be careful out there