Leopardi va letto nel movimento continuo delle sue idee,
non nella fissità di un concetto imposto.
La enseñanza de la literatura, demasiado a menudo, vive de fórmulas que nacen para aclarar y acaban por oscurecer. Ninguna, en el caso italiano, ha gozado de mayor persistencia que la división del pensamiento de Giacomo Leopardi en pessimismo storico y pessimismo cosmico. Desde que Bonaventura Zumbini la propusiera a comienzos del siglo XX, la fórmula se ha fijado en manuales y programas: entre 1817 y 1824, un Leopardi convencido de la benevolencia natural y crítico con la razón; a partir de 1824, un poeta lúcido frente a una naturaleza cruel, despojado de toda ilusión.
En el aula, la claridad aparente de este relato es tentadora. Pero basta abrir los cuadernos del Zibaldone o releer ciertos cantos para que esa línea recta se desdibuje en un mapa lleno de pliegues, retornos y contradicciones. Antonio Prete lo resumió así: «Le formule astratte del pessimismo finiscono per oscurare la relazione profonda tra la teoresi e la poesia». Walter Binni, desde otro ángulo, recordaba que la periodización puede ser un punto de partida, nunca una condena previa.
En las primeras páginas del Zibaldone (14-15), Leopardi contrapone sin ambages razón y naturaleza: «La natura è grande, la ragione piccola». Y añade el ejemplo del enfermo incurable, a quien la familia cuida por instinto, aunque la razón dicte que es inútil. Sin embargo, en el apunte 1842, matiza: la razón es «figlia della natura». La oposición se convierte en parentesco; la hostilidad, en connivencia de origen.
Lo mismo ocurre con su juicio sobre antiguos y modernos. El manual diría que los primeros eran felices, los segundos, infelices. Pero en Zibaldone 22 señala que, ya en la Roma republicana, el exceso de razón apagó las ilusiones. En Zibaldone. 56 concede que una vida semejante a la de las bestias permite «una qualche felicità vaga». Y en 2753 advierte que quienes poseen mayor vitalidad —los antiguos, por ejemplo— sufren con más intensidad. La idealización se resquebraja.
Las ilusiones, que la ortodoxia asigna en exclusiva a la etapa “histórica”, declinan mucho antes de 1824. «Il tempo delle grandi illusioni è finito», anota en 1820 (Zib. 85). Su juicio sobre la infelicidad también vacila: en Zib. 179 niega que sea necesaria; en 172 admite que la naturaleza nos hizo para estar «contenti della nostra vita» aunque no plenamente felices; en 2901 sostiene que el hombre primitivo podía serlo, pero tiende a corromperse. No es indecisión: es método de exploración, donde cada afirmación se somete a prueba y no teme ser revisada.
El Dialogo della Natura e di un Islandese (enero-febrero de 1824) parece confirmar el giro cósmico. La naturaleza declara:
Io non ho fatto né faccio alcuna cosa per vostra utilità o danno;
né quando vi offendo, ho intenzione di offendervi,
né quando vi giovo, di giovarvi.
Sin embargo, en abril, Zibaldone 4069 describe cómo la naturaleza destinó al hombre a climas cálidos, desnudo, en estado primitivo, donde podía ser más feliz. Entre ambos textos no hay salto de fe, sino coexistencia de visiones opuestas.
El “fato” como etapa intermedia es otro espejismo. En el Zibaldone apenas aparece y siempre como recurso literario: al hablar del suicidio (817), del destino de Aquiles (3607) o en “A se stesso” (1833) —«al gener nostro il fato / non donò che il morire»—, donde el registro es poético, no doctrinal.
La inercia que mantiene esta división es doble: editorial, porque los manuales cambian de piel pero no de ideas; y formativa, porque muchos docentes no han leído a Leopardi más allá de lo que exige un curso. Así, se perpetúa lo que Pierre Bourdieu llamaría un hábito de percepción: leer para confirmar lo aprendido, no para descubrir lo que el texto ofrece.
La alternativa exige devolver a Leopardi su movilidad. Priorizar la lectura directa, cotejar poemas y apuntes contemporáneos, asumir que la cronología no implica homogeneidad. Evitar que las etiquetas cierren el sentido. Y, sobre todo, aceptar la contradicción como parte constitutiva de su obra.
El Leopardi que así se revela no es un sistema de dos fases, sino un pensamiento en movimiento. Puede escribir en La sera del dì di festa (1820) que «la natura mi fece all’affanno» y, en el mismo año, anotar que «ha provvisto l’uomo delle illusioni per alleviare i mali». No teme que sus ideas se desmientan: sabe que en ese ir y venir reside la única fidelidad posible a la experiencia.
Insistir en el pessimismo storico y cosmico es más que un error filológico: es un empobrecimiento deliberado. En lugar de entregar la inquietud de un pensamiento vivo, se ofrece la falsa claridad de una línea recta. «Leopardi va letto nel movimento continuo delle sue idee…» —recordaba Prete—, no en la rigidez de un concepto impuesto.
Leopardi pasó su vida interrogando a la naturaleza y a la razón sin contentarse con la primera respuesta. Merece lectores capaces de la misma desconfianza activa, de resistir la tentación del esquema y sostener la pregunta incluso cuando la respuesta es ambigua. En la renuncia a la certeza cómoda, se encuentra la más duradera de sus lecciones.
Obra poética
- Cantos (Canti).
Traducción y prólogo de Ángel Crespo. Madrid: Alianza Editorial, varias ediciones.
Otra edición: Barcelona: Ediciones Cátedra, 1998, traducción de Antonio Colinas.
Prosa y pensamiento
- Zibaldone de pensamientos (Zibaldone di pensieri).
Edición y traducción de Juan Andrés García Román. Barcelona: Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, 2013 (edición monumental en 2 tomos).
Selección: Zibaldone (ed. y trad. José Emilio Burucúa). Madrid: Alianza, 2005. - Diálogos y pensamientos (Operette morali).
Traducción de Carlos Manzano. Madrid: Alianza Editorial, 2006.
Otra edición: Diálogos (Selección). Madrid: Akal, 2011, trad. y estudio de Miguel Ángel Cuevas.
Cartas
- Cartas (Epistolario).
Selección traducida por José Luis Bernal. Madrid: Editorial Hiperión, 2006.
Antologías y ediciones críticas
- Antología poética. Selección, traducción y prólogo de Ángel Crespo. Madrid: Cátedra, Letras Universales, varias ediciones.
- Pensamientos. Madrid: Espasa-Calpe, Colección Austral, varias ediciones.
ramonacrobata
Filósofo de formación, escritor por necesidad y ciclista por amor a la pendiente. Escribo desde una tensión que no cesa de reaparecer: cómo resistir desde la forma, cómo sostener sentido cuando el mundo se fractura. En el corazón de mi trabajo —articulado a través del dispositivo hermenéutico ZIA— habita la idea del deporte como Weltstammräumung: gesto que despeja, cuerpo que restituye, escritura que no huye.
(Neologismo de raíz alemana que alude al acto de desalojar el ruido del mundo para recuperar un espacio originario donde la forma aún tiene sentido.)
Let`s be careful out there