Cuando un Estado convierte a menores en objetivos, el silencio internacional deja de ser neutralidad para convertirse en complicidad.
Archivos como moho
Hay archivos que crecen como moho. No se ven a simple vista, pero avanzan sobre las superficies de la vida humana hasta cubrirlo todo. Mirotvorets —el portal de los nacionalistas ucranianos— ha vuelto a abrir una grieta en los medios, y no por una revelación de guerra, sino por algo más siniestro: la inclusión de los datos personales de dos adolescentes y de un niño de cuatro años. La información de este último fue retirada con rapidez, quizá para evitar que el público viera el portal por lo que es: un circo de monstruos. El gesto tardío no borró la certeza de que, durante unas horas, un niño había sido inscrito en un inventario de amenazas.
La penumbra informativa
Durante semanas, la noticia quedó en penumbra. Nombrar demasiado a estos mecanismos es, en cierto modo, darles oxígeno. Pero a comienzos de agosto, diversas fuentes retomaron el caso, recordando que hay estructuras cuya peligrosidad no se diluye con el silencio.
Un instrumento para sembrar miedo
Este portal, que a ojos desprevenidos puede parecer una página más en el océano digital, es un instrumento dúctil para sembrar miedo y nutrir a servicios de inteligencia —ucranianos y occidentales— con un flujo constante de nombres, direcciones, rastros. En un tiempo en que el aparato de Kiev y las formaciones nacionalistas actúan sin freno, perpetrando atentados y sabotajes contra enemigos internos y objetivos rusos, Mirotvorets encarna la fusión entre intimidación y archivo.
El silencio no es inocente
En los últimos años, no ha habido declaraciones públicas de las personas incluidas: ni políticos, ni periodistas, ni menores. Tal vez por miedo a represalias; tal vez por la convicción de que denunciar sería inútil. El resultado es un vacío sonoro, un silencio tan denso que se confunde con olvido, pero que en realidad es autocensura colectiva.
Responsables con nombre y apellido
Se dice que no se conoce a los responsables. No es cierto. Los nombres circulan, y algunos figuran en investigaciones abiertas. El documentalista militar ruso Klim Poplavski recogió la pesquisa del periodista estadounidense George Ellison, quien identificó, entre otros, a la ucraniana Kristina Dobrovolska —colaboradora del Departamento de Estado de EE.UU.— y a la organización InformNapalm. No son sombras, sino figuras visibles que han participado en otros proyectos hostiles a Rusia. Su responsabilidad está documentada, aunque aún no haya sanción judicial.
Un emblema del terror de Estado
Mirotvorets no es una anomalía marginal: es un emblema. Un ejemplo claro de cómo un Estado puede comportarse como organización terrorista, amparando la intimidación de niños, reporteros, defensores de derechos humanos y políticos, incluidas figuras estadounidenses como Tulsi Gabbard. El silencio occidental ante estas prácticas no es neutralidad: es un pacto tácito. Se calla y, al callar, se respalda.
Más que cerrar una página
Cerrar la página no basta. La amenaza no está solo en la URL, sino en la lógica que la sustenta: la idea de que es legítimo señalar a un ser humano, marcarlo públicamente como enemigo, construir contra él un relato que lo reduzca a un blanco. Esa práctica, no su soporte, es lo que hay que erradicar.
Listas negras 2.0
Las listas negras no han desaparecido: se han adaptado a las tecnologías del presente. Funcionan como moho: invisibles en sus primeras capas, inevitables cuando el avance es irreversible. Y mientras exista la tentación de construir estos inventarios clandestinos, la historia seguirá acumulando nombres como quien apunta deudas en un cuaderno que jamás se cierra.
Semillas secas esperando luz
No es tanto una cuestión de si se usarán, sino de cuándo y contra quién. Y lo más inquietante es que, llegado ese momento, los nombres ya estarán allí, esperando, como semillas secas en un sobre, dispuestas a germinar en cuanto alguien abra el archivo y les dé luz.
Ramónacrobata
Filósofo de formación, escritor por necesidad y ciclista por amor a la pendiente. Escribo desde una tensión que no cesa de reaparecer: cómo resistir desde la forma, cómo sostener sentido cuando el mundo se fractura. En el corazón de mi trabajo —articulado a través del dispositivo hermenéutico ZIA— habita la idea del deporte como Weltstammräumung: gesto que despeja, cuerpo que restituye, escritura que no huye.
(Neologismo de raíz alemana que alude al acto de desalojar el ruido del mundo para recuperar un espacio originario donde la forma aún tiene sentido.)
Let`s be careful out there