Abro este libro, el libro gime. Busco el tiempo, ya no hay tiempo

Tudor Arghezi.

[…] porque el ritmo no es el compás, sino la forma de ser de las cosas en su aparecer […]

Chantal Maillard, Contra el arte y otras imposturas

El pasado viernes tuvo lugar en el Coliseum de La Coruña el acto de homenaje a los Mejores Expedientes de Galicia en la ABAU de este año. Nada que objetar a la organización de un acto con el que una sociedad, por intermedio de sus instituciones públicas, celebra la excelencia de aquellos de sus jóvenes que a través del esfuerzo, y del talento, y pese a sufrir el persistente azote de un sistema educativo paupérrimo, todavía creen en la ciencia de la realidad y de la necesidad, de las causas y de los efectos, aún son capaces de leer en el  cuaderno de la naturaleza, que plantado el árbol en el prado, la manzana caerá del árbol sobre la cabeza del Autor; y también que disgregándose de las torres yermas de los montañas, caerán las piedras en busca de lo profundo; y que la hierba, que habrá crecido, se la comerá el caballo, que estará allí pastando; pero que aún son plenamente conscientes  de que en la sombra de los montes y bajo los cielos estrellados de la noche, por dentro y por fuera de las venas de los humanos y en la soledad de las selvas inmensas, ningún sortilegio se puede predecir de los tenebrosos hechos de sus almas, salvo que algunos reconozcan, en el juego de las cartas, a aquellos que el mochuelo convertido en gran doctor, dirá: Est quod est. 

El  instante no tiene historia ni proyecto. El instante es percatarse del destello  que es duración, pero que al mismo tiempo es transcendencia y eternidad. El instante es inaccesible, no podemos atraparlo ni perderlo. El instante es la inaprensible fugacidad de lo decisivo. Cuanto más lo ansiamos más se nos escapa. En el instante no hay dentro ni fuera. El instante es una experiencia poética del mundo, la intersección de la belleza reducida a un punto sin coordenadas. El instante es refractario a la fiscalidad del valor, pues es inconmensurable. El instante no tiene conciencia pero perdura. Ahí, sin saber cómo ni porqué. En ese ahí, somos una inmensidad.

Estava no passeio à porta do bar, respirando o odor doce da praia, onde as vagas adquiriam a pouco e pouco o tom transparente dos ossos das raparigas jovens, que se sentem sob a pele, depois do amor, à maneira da primeira claridade dos estores nas auroras de gripe, quando cada ruído, cada cheiro, cada matiz, nos fere e nos ofende como uma angústia imotivada, e nisto as inglesas de compridas coxas de galgo, os barbudos das quinquilharias marroquinas, as crianças de boné de pala, o guarda-republicano vesgo, os sujeitos debruçados nas esplanadas para refrescos eternos, os camponeses ocultos na sombra das ombreiras desataram a avançar para mim vociferando…

Y ahora él, alto, delgado, fortísimo: con unos  tobillos de tendones firmes, con piernas donde se dibujaban los haces del discóbolo, con un tórax  delineado casi en el anhelo del Adán, resurgente de la sombra y de los misterios oscuros de la Sixtina; donde, en cada volverse, en cada distenderse, mordía sobre las costillas dilatadas el pólipo sagaz de una musculatura implacable. Y ahora él , lúcido, perspicaz, sagaz, agudo, competente, brillante , chispeante, penetrante. 

Y ahora, tenaz, concentrado, compacto, pujante, acorazado, enérgico,  estable.Y ahora, moderado, leal, comedido, flexible, dulce, respetuoso, tolerante.

Un mundo surge de la relación entre el espíritu humano y la tierra. Cuando esta relación es inteligente, sensible, sutil, tenemos un mundo en el pleno sentido de la palabra: un espacio- tiempo agradable en el que vivir. Cuando la relación es estúpida, insensible, brutal, lo que tenemos ya no es un mundo, sino una acumulación de inmundicias»

Se hace difícil pensar que dicha relación sensible e inteligente con nuestro hábitat, pueda darse sin un trabajo previo sobre uno mismo, sin una enseñanza acerca de la observación de los procesos mentales y sin un cambio en nuestros modelos de pensamiento. ¿En qué mundo, incluyente o excluyente, vivible o inmundo queremos vivir?

Si tomásemos la identidad de la persona como la significación de su semblante, rostro y voz, tendríamos que postular una manera de significar  que comportaría vínculos y compromisos harto distintos de los que implican los significantes sustituibles, en los que lo sensible vale tan poco:  mientras en éstos la materia sensible es trascendida, dejada atrás por el movimiento de la mirada que accede a la significación, por el contrario, en el caso del semblante, la significación permanece inmanente a la apariencia sensible en cuanto tal: la identidad de la persona se viene, por así decirlo, a residir en el semblante mismo, a aparecer en él. El rostro no es el espejo del alma -¿qué necesidad iba a tener el rostro de algo de qué ser espejo?-, sino el alma misma.

Y ahora, él.

Let’s be careful out there