“¿No sabéis acaso que cada uno de nosotros es tan solo la mitad de un hombre entero?”
— Platón, El banquete
Todo empieza con una ausencia que no cesa de irradiar. Una espera. Un cuerpo que se vuelve signo. Una frase que llega tarde. El amor no entra con la llegada del otro. Entra con la fractura que deja su sombra.
Platón levantó un edificio sobre esa fractura. Goethe, una cripta. Barthes, un atlas de esquirlas. Y sin embargo, los tres escribieron —cada uno a su manera— la misma ley secreta: no se puede amar sin decirlo. Pero al decirlo, se pierde.
I. El ascenso interrumpido
En El banquete, el amor se eleva. No suplica, no tiembla. Sube. Diotima explica que Eros no es un dios, sino un demonio. No posee lo que ama: lo desea. Cada peldaño de esa escalera simbólica nos aleja del cuerpo y nos acerca a la Forma. El amante, ahí, no busca al otro: busca aquello que el otro refleja sin saberlo.
Es el primer intento de escribir el amor no como tragedia, sino como tránsito. No como desorden, sino como arquitectura.
Pero en ese ascenso hay un daño implícito: la Idea borra al cuerpo. Y el cuerpo también quiere ser amado. No como índice. No como tránsito. Como superficie última. Como lo que no se puede escalar sin romper la escalera.
II. La caída como forma
Goethe invierte la dirección. En Werther, el amor no sube: se precipita. No busca la Forma, sino la pérdida. No se eleva: se quiebra. Ya no hay diálogo, sino cartas. Cartas que no interpelan, sino que arden. El amante no espera respuesta: espera consumirse en el acto mismo de escribir.
Werther no quiere saber. Quiere dejar de ser. No ama para transformarse, sino para desaparecer en el otro. El amor, en él, no es tránsito: es destino. Y el destino tiene un solo desenlace cuando el lenguaje ya no basta: el disparo.
Goethe entendió lo que Platón no quiso mirar de frente: que hay amores que no buscan ascenso, ni idea, ni pedagogía. Solo intensidad. Solo herida. Solo abismo.
III. El archivo de gestos
Barthes recoge los restos. Con la voz de quien ya ha leído todas las escenas. Ya no hay cuerpos. No hay tragedia. No hay escalera. Solo fragmentos. Fragmentos de un discurso amoroso no es una teoría: es una coreografía del temblor.
El sujeto que ama en Barthes ya no sufre por el otro. Sufre por el lenguaje. Por lo que no puede decir, por lo que dice mal, por lo que repite. Cada figura es un gesto que gira sobre sí mismo, un reflejo que no encuentra fondo. El amor no es ya experiencia. Es escenografía de la imposibilidad.
Y sin embargo, también duele. Porque el lenguaje no alivia. Solo prolonga el intervalo entre lo que sentimos y lo que podemos decir sin perderlo.
IV. Formas que aman
Platón escribió un diálogo. Goethe, un lamento. Barthes, una partitura inconclusa. Cada uno compuso, más que un texto, una forma posible del amor:
– En Platón, el amor es pedagogía: el otro enseña.
– En Goethe, el amor es devoción: el otro arrebata.
– En Barthes, el amor es lenguaje: el otro se escapa.
No hay progreso. No hay refutación. Hay trayectorias distintas en la misma constelación simbólica. Lo que varía no es el amor, sino el modo en que el amor se deja decir sin derrumbarse.
V. Epílogo
Quizá amar consista, después de todo, en encontrar una forma que no destruya al que ama. Una forma que no borre al cuerpo ni lo convierta en excusa. Que no aspire a decirlo todo, pero que sepa sostener lo que tiembla.
Platón pensó esa forma. Goethe la atravesó. Barthes la descompuso. Nosotros, que llegamos después, todavía la buscamos. Y mientras la buscamos, escribimos.
Tal vez sea esta.
O tal vez no.
Pero si alguna vez alguien la lee y se reconoce,
entonces el amor,
de algún modo,
habrá dicho lo suyo.
Nota bibliográfica
Para la lectura de El banquete, se ha utilizado la edición bilingüe de Platón, Diálogos II, traducción y notas de María Araujo y Francisco Lisi, Gredos, Madrid, 2000.
De Las penas del joven Werther se ha seguido la versión revisada de Miguel Sáenz, publicada por Alianza Editorial, Madrid, 2013.
En cuanto a Fragmentos de un discurso amoroso, se ha utilizado la traducción de Richard Zenith para la edición de Siglo XXI, Madrid, 2007.
A Multitude Of Angels, Modena, Part I (Live) · Keith Jarrett
Ramónacrobata
Filósofo de formación, escritor por necesidad y ciclista por amor a la pendiente. Escribo desde una tensión que no cesa de reaparecer: cómo resistir desde la forma, cómo sostener sentido cuando el mundo se fractura.
En el corazón de mi trabajo —articulado a través del dispositivo hermenéutico ZIA— habita la idea del deporte como Weltstammräumung: gesto que despeja, cuerpo que restituye, escritura que no huye.
(Neologismo de raíz alemana que alude al acto de desalojar el ruido del mundo para recuperar un espacio originario donde la forma aún tiene sentido.)
Let´s be careful out there